Revista Opinión

Pensar la Argentina de doscientos años

Publicado el 25 mayo 2010 por Gonza_z
Qué mejor día para hablar de política que un 25 de mayo, fecha en la que unos innovadores en la materia pensaron que sería mejor dejar de depender de otro país y tomar decisiones por sí solos. Aquellos políticos supieron que España no iba a hacer una gran potencia mundial (de hecho nunca lo fue) y que sus condiciones de intercambio tanto económico como político y cultural ya estaban por demás de gastadas. Inglaterra fue entonces el  país a seguir; potencia en vías de desarrollo industrial necesitaba alimentos y ahí estaba el naciente país de sudamerica. Quienes no entiendan la separación de España para poder comerciar libremente con Inglaterra han leído mal  los hechos históricos.
Pensar la Argentina de doscientos añosHan pasado 200 años de aquella Primera Junta que creyó en criollos para liderar la nueva nación. Como todos sabemos, país que tardó en conformarse como tal por sus divisiones internas. Divisiones que todavía existen, que todavía perduran en la comunidad argentina. ¿A caso las diferencias entre Unitarios y Federales, es decir, entre Buenos Aires (y su puerto con aduana) y las demás provincias (con sus economías regionales avasalladas por un gobierno central) dejaron de existir? La respuesta es no. Hoy por hoy, el federalismo es solo de hecho; de facto es en Buenos Aires donde se trazan los destinos del país y es allí donde se concentran el poder político y económico de la nación.
A diferencia de los tiempos que corren, en el siglo XIX si existieron planes de gobierno a largo plazo. Más allá de la matanza de aborígenes y de gauchos que es totalmente repudiable y despreciable,  la Campaña del Desierto y la posterior inmigración fue un plan integral de la llamada Generación de 1880. Un plan parecido al de los Estados Unidos conocido como Conquista del Oeste con la pequeña diferencia que allá se distribuyeron las tierras para que los inmigrantes mientras que acá se repartieron las nuevas tierras entre los amigos del General Roca. Una de las tantas injusticias que vivió el país; hecho que produjo la gran concentración de capitales en la pampa húmeda en manos de pocos.
El siglo XX nos encontró con una elite gobernante que fue perdiendo el poder en manos de los nacientes partidos políticos (UCR y Socialismo) y se gestaron leyes que serían históricas como la del voto universal y secreto o la de Educación libre gratuita y laica.
El contexto internacional (guerras y crisis) tuvieron un entendible impacto en la región, dejando en la calle a muchas personas. Argentina dejaba de ser el granero del mundo para pasar a ser un país más del sur con pocas expectativas de progreso. Hasta que las ideas populistas, nacionalistas y fascistas llegaron. De la mano de un militar vivo e inteligente como fue Perón, miles desocupados encontraron beneficios no solo laborales sino sociales, políticos y culturales.
Como todo populismo fascista despertó pasiones y de las más encarnizadas. Es verdad, una gran masa de población fue favorecida y fue incluida en el sistema pero, a costa de ello, se intervino la comunicación y la educación. La crítica, la palabra del otro nunca fue aceptada (¿coincidencia con el momento actual?); por ello se apropiaron radios y medios de comunicación o se recomendaba la lectura de libros escritos por los mismos mandatarios.
El país siempre fue cíclico. Tuvo sus momentos dorados pero no supo aprovechar la oportunidad para dar ese salto de calidad y salir de las puertas del infierno. Puertas que siempre estamos atentos a tocar. Así pasó en las dictaduras o en el 2001. Como dicen algunos historiadores, existió un empate. Entre las fuerzas políticas del peronismo y las del resto (conformadas por radicales, socialistas y la derecha, ¿coincidencia con la actualidad?) Nunca existió un acuerdo nacional entre la fuerza pujante como el peronismo y las fuerzas tradicionales. Blanco o negro. Perón o muerte.
Así estamos hasta el día de hoy. El peronismo que se divide para ganar (y lo hace) y las distintas fuerzas no logran conglomerar a la opinión pública. La sociedad argentina pidió dos veces nunca más. Una después de la peor época de todas: la dictadura militar de 1976. La otra después de la gran estafa nacional: la crisis de 2001. Pero nada cambió. Que se vayan todos fue un gran llamado a la reflexión, a pensar qué hicimos como comunidad y por qué tocamos fondo nuevamente.
Sin embargo nada cambió. A los pocos meses de aquel fatídico diciembre llegó Duhalde, un bastión del pejotismo, un menemista nato. Fue él mismo el encargado de engendrar a Néstor Kirchner (en su lugar pudo haber estado Reutemann, Busti, De la Sota, no existen diferencias) De la mano de la soja se reactivó el país y salimos del fondo. El yuyo se transformó en dólar y así se acrecentaron las arcas nacionales.
Aquel que prometió desarmar el sistema de poder peronista del conurbano bonaerense (el caudal de votos más importante del país) terminó pactando para ganar una reelección encubierta con su esposa.Al igual que en la década de 1990 el gobierno nacional sectoriza su accionar y beneficia a amigos y partidarios embargando el futuro del país. En realidad, no se invierte en desarrollo para el futuro sino en saciar la ansiedad del presente con subsidios de todo tipo.
Salvando las distancias (que son demasiadas) hoy es Kirchner o muerte. Kirchner o gorila. Una división tan imbécil que asusta. Entonces estamos todos enojados con todos porque se generó un clima de fanatismo símil al del pasado. Se putea en la calle, se levanta bandera de libertad y se escracha a los que piensan diferente.
Del otro lado de este ring totalmente repudiable e innecesario se encuentran los grupos concentrados de la comunicación y el establishmentmonopólicos, estos grupos faltan a la verdad e inventan realidades alternativas. Algo similar a su contrincante; la feliz paradoja es que, en el fondo, gobierno y medios de comunicación se parecen en su accionar. Con la particularidad que unos son empresa y otros un gobierno elegido para representar y gobernar a 44 millones de personas.
Que los 200 años sirvan para reflexionar sobre el pasado y proyectar de una vez por todas un futuro digno. Salir del bipartidismo que nos dejó en las puertas del infierno es una tarea difícil pero no imposible. La destrucción del aparato corrupto del estado (en todas sus instancias) será la tarea más complicada que deberán enfrentar los futuros líderes nacionales. Una tarea más que interesante, un desafío por el que vale la pena esforzarse.

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