Pensar más, sudar menos

Estoy en Suiza. Me gusta observar la sociedad local cuando viajo. Los suizos tienen una bien ganada fama de gente inteligente y trabajadora. Pero me da la impresión que son sobre todo, como en general los países centroeuropeos, gente práctica, que se preocupan por no gastar un franco de más y por no trabajar un minuto en balde. No les gusta trabajar por trabajar, ni les gusta sudar trabajando si pueden evitarlo.

¿Y como consiguen tener un nivel de renta per cápita tan alto, en un país tan pequeño y sin disponer de recursos naturales? Pues usando la inteligencia. Pensando.

La habitación de mi hotel, magnífico pero en absoluto suntuoso, en una estación de esquí en la alta montaña, es un ejemplo de ello. Todo está pensado para la comodidad del cliente, pero también para el menor mantenimiento, la mayor facilidad de limpieza y preparación y la mayor durabilidad de las cosas. Es decir, para que cada euro gastado dure más, y para que sea necesaria la mínima mano de obra.

Ahora entiendo mejor por qué sobreviven pese a que su nivel de salarios es muy alto. Porque cada vez que usan un minuto de tiempo le sacan el máximo partido. No se trata de que los salarios sean muy bajos, sino de que el precio al que vendemos el minuto de salario sean más alto de su coste. Quien se empeña en abonar el circulo vicioso salario bajo, producto barato, salario más bajo, producto más barato, está condenado a la desaparición o, mucho peor, a la miseria. En muchos países, incluido España, aún no lo hemos entendido. Los suizos hace tiempo que los saben.

Claro que para que ese modelo funcione se necesita un país que funcione todo él al unísono. Suiza es una orquesta sinfónica en ese sentido, España es una banda de barrio. Y eso no tiene nada que ver con la España de las autonomías, como piensan muchos. En Suiza hay cuatro idiomas y decenas de dialectos, y está dividida en cantones, que legislan de forma a veces muy diferente, y eso no es obstáculo para ellos.