Revista Literatura
Dijo que no tocaría las pensiones, amén, que los mayores son el sector más vulnerable de la población, que si patatín y patatán, pero es que dijo demasiadas cosas o nos las contó muy mal. Nada de lo que extrañarse, también dijo Rajoy que no subiría el IVA –vea en Youtube la recogida de firmas para evitarlo-, dijo que no nos subiría los impuestos, ay, que la sanidad y la educación son elementos intocables, sagrados, venga. Pues ahora parece que todo es profano y mundano, susceptible de ser cambiado, recortado o, sencillamente, destruido. Una vez pecado, qué más da una mentira más, un nuevo pecado, tampoco le impondrán muchas más avemarías, que las reza por encargo el muchacho ese que se tropieza con Obama en los pasillos. Anuncia el Gobierno, a bombo y platillo, el ahorro en las pensiones. 33 mil millones de euros, calderilla, qué curioso que la cantidad coincida, casi exactamente, con lo que nos va a costar el negocio de los bancos. Sí, el negocio de los bancos, que no es su negocio ni el mío, pero que entre todos lo pagamos, y eso que ya le pagamos a los bancos, el presente y el futuro, esas hipotecas que nos condenan a la relación más estable de cuantas disfrutaremos a lo largo de nuestra vida. Pero nuestra relación con los bancos no se disfruta, se padece y, sobre todo, se paga. En metálico, en blanco, dinero declarado, que en B no admiten nada. Sí, estoy muy enfadado, ¿de dónde salen esos 33 mil millones, de dónde? ¿Es el ahorro por no gastar en sellos, en cajas de cartón, en cartuchos para las impresoras? Son muchos millones y supongo que, seguro que no me equivoco, saldrán de su pensión y de la mía, de las de todos nosotros. Ana Mato y Leo di Caprio, ya le dice Leo, a secas, con familiaridad, que los canapés unen mucho, testigos directos de una nueva hazaña de Nadal. Esta vez tocó Nueva York, que todavía nos sigue siendo asequible, que las marcas buenas, esas que tanto les gustan, son más baratas que las que exportamos. No sé si hubo lluvia de confeti o si le permitieron aparcar el Jaguar en la puerta. Hablaban de esto en la panadería, seguro que le pitaban los oídos a la ministra. Una señora mayor, pensionista, relataba la cuenta de lo que le entraba al mes, “con lo que ésa se gasta en dos horas por ahí tengo yo para tres meses”, concluyó. Otra mujer, siguen siendo las mujeres las que van a comprar el pan, como tantas y tantas otras cosas, en determinados aspectos no hemos cambiado apenas, también mayor, explicaba que si le bajaban la pensión no sabía cómo iban a comer sus hijos y sus nietos, “nueve se me juntan todos los días a la hora de comer, que yo no sé cómo me las ingenio para ponerles un plato a cada uno"... sigue leyendo en El Día de Córdoba