Revista Religión

Pentecostés, aquí y ahora, podemos ser santos como cristo, el santo

Por Joseantoniobenito

PENTECOSTÉS, AQUÍ Y AHORA, PODEMOS SER SANTOS COMO CRISTO, EL SANTO

Pentecostés es recibir el don de lo alto, el Espíritu Santo. Es actualizar la palabra de Dios en su mensaje con motivo de la fiesta de la: "Yo estoy con vosotros todos los días". Sin embargo, seguimos dudando. Lo que es muy humano y lo testifican los mismos apóstoles que tenían miedo el día de la Resurrección, lo seguían teniendo el día de la Ascensión y, según el evangelio de san Juan, mantenían cerradas las puertas "por miedo" el día de Pentecostés. Sólo el Espíritu de Dios –el agua viva que vivifica a la Iglesia y también da vida al mundo- nos hace caminar. Parece que hemos olvidado el Espíritu. O quizá nos pasa como a aquellos buenos hombres de Éfeso que ni siquiera sabían que existía el Espíritu. Pues bien, los dos principios constitutivos de la Iglesia son Cristo y el Espíritu Santo. San Ireneo decía que Cristo y el Espíritu son las dos manos con las que el Padre nos moldea a su imagen y semejanza.

  Quiero compartiros un hermoso texto del P. Cantalamesa que nos estimula a SER SANTOS como CRISTO ES SANTO.Yo os lo recordaré todo. El cristianismo es recordar (pasar por el corazón) lo que Dios ha hecho con cada

 Proclamar a Cristo hombre "sin pecado" no tiene por objeto ciertamente confutar al mundo y al hombre de hoy, sino todo lo contrario, infundirle confianza y esperanza. ..Recuerdo aún cómo me ocurrió por primera vez el "descubrimiento" de la santidad de Cristo. Observando mis actos y mis pensamientos, veía con claridad cómo no había ni siquiera uno del que pudiera decirse que era totalmente puro y no contaminado de algún modo por mi "yo" de pecado. Esta  situación me impulsaba a buscar con el pensamiento alguna salida, como cuando san Pablo gritaba: "¿Quién me librará de este cuerpo mortal?" (Rom 7, 24). Fue entonces cuando descubrí a Jesús "sin pecado" y comprendí por primera vez la importancia desmesurada que tiene en la Biblia este inciso "absque peccato". Esta visión me infundía en el alma una gran paz y confianza, como el náufrago que ha encontrado algo a lo que agarrarse. El pecado -me repetía- no es, por tanto, omnipresente; y si no es omnipresente, ¡no es tampoco omnipotente! Ha habido -y aún lo hay- un punto en el universo donde ha comenzado su retirada imparable, que concluirá con su definitiva eliminación..."Por tanto, si el Hijo os libera, seréis de veras libres" (Jn 8, 34-36) Comprendí que Jesús no habla aquí de cualquier libertad o de la libertad en general, sino de la libertad del pecado: si el Hijo os libera del pecado, seréis de veras libres. Un día también nosotros estaremos libres del pecado, es decir, libres "de veras", con una libertad que ahora no podemos siquiera imaginar. Comentando el texto de 2 Cor 3, 17 ("Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad") san Agustín revela el secreto de la verdadera libertad: "Donde está el Espíritu del Señor -dice- ya no se está seducido por el placer de pecar, y esto es libertad; donde no está este Espíritu se está seducido por el placer de pecar, y esto es esclavitud"...Todo esto encierra la proclamación de Cristo hombre nuevo. Pero, más aún que a proclamar al mundo el hombre nuevo, novostors -decía- estamos llamados a "revestirnos de él" y a vivirlo: "Debéis despojaros de vuestra vida pasada, del hombre viejo, corrompido por las concupiscencias engañosas, renovaos en vuestro espíritu y en vuestra mente y revestíos del hombre nuevo, creado según Dios, en justicia y santidad verdadera" (Ef. 4. 22-24) Pp.50-51 R. Cantalamesa Jesucristo, el Santo de Dios Ediciones Paulinas Madrid 1990


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