El denostado José Bonaparte, que reinó en España, por imposición de su hermano Napoleón, entre 1808 y 1813, y al que los españoles pronto colgaron el apodo de Pepe Botella, estuvo unos días en Toledo, donde su presencia fue objeto del rechazo y la indignación por parte del pueblo que en aquella época, además de sufrir las consecuencias de la probreza impuesta por la invasión francesa, se hallaba asolado por una terrible epidemia de cólera.
La llegada del rey intruso a Toledo e produjo el 22 de mayo de 1811, según recoge el libro "La Iglesia en Castilla-La Mancha", de Leandro Higueruela, y motivó el que las autoridades locales organizaran grandes fiestas en su honor.
El mismo libro aporta el siguiente texto de Casimiro Rubio, curial de la Vicaría de Madrid y testigo de los acontecimientos: "Esta mañana han tenido tedeum grande y misa grande.
Esta tarde, gran mesa, y a la noche, en la prefectura, gran baile y grande iluminación.
Al día siguiente continuaron las fiestas, pero en el palacio arzobispal. De todo se abusa con estos canallas.
¡Qué gastos tan superfluos cuando todos los días mueren de necesidad de 20 a 40 personas!"
Además de tales dispendios, ajenos a la miseria que padecía la población civil, también fue muy comentado en la ciudad, con extrañeza y escándalo, el hecho de que el monarca se bañase todos los días.
Revista Cultura y Ocio
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