Revista Cultura y Ocio
"La libertad sólo reside en los Estados en los que el pueblo tiene el poder supremo". Marco Tulio Cicerón.
Es probable que Pepe Lobo tenga buenas intenciones, pero eso no basta en algo que no ha sido un juego, como lo es el asalto al poder o dicho propiamente: el golpe de Estado-Militar. Desde entonces la muerte ha florecido, como nunca, en Honduras.
Ha habido cantidad de oportunidades para superar, en alguna medida, la crisis política hondureña. Incluso, el presidente Zelaya ha sido amplio en la apertura, ha hecho concesiones inimaginables, pero los golpistas colmados de una falsa autosuficiencia han hecho caso omiso a cualquier salida negociada y han apostado por la impuesta a través de la bota militar.
La más reciente posible salida digna al conflicto la tuvo el congreso nacional, pero la despreciaron y a cambio dieron, con las contadas excepciones, un triste espectáculo, plagado de deformación espiritual e intelectual. Muchos compatriotas en el exterior, a los que me sumo, me han comentado que la actuación de diputadas y diputados les ha dado una especie de vergüenza ajena, vergüenza de que nos identifiquen como hondureños ante representantes blindados de tanta estupidez.
Pepe Lobo, quien desde hace un tiempo se vislumbraba como vencedor absoluto ante la ausencia en las votaciones del máximo contendiente, el Partido Liberal, ha dicho antes y después de las elecciones efectuadas bajo gobierno de facto, que es injusta la condena mundial a Honduras, el castigo impuesto por irrespetar la constitucionalidad y que el mundo debería de reflexionar y levantarle todas las sanciones económicas a Honduras.
Precisamente quienes delinquieron, los golpistas, son quienes han tenido toda la posibilidad de que Honduras volviese a la normalidad, pero creyéndose más listos que el mundo entero, poniendo a prueba la viveza criolla contra el planeta, asumiendo –no sé basados en que—de que Honduras es centro y destino del universo, han desdeñado a medio mundo y la arrogancia los ha hecho creerse superpotencia económica, militar e intelectual.
Ahora Pepe Lobo acaba de vivir en carne propia lo que es ver a Honduras desde adentro, desde falsos, distorsionadores e idiotizantes mensajes mediáticos, y verla desde afuera, en donde no se desconoce absolutamente nada: ni el abstencionismo electoral; ni la violación a los Derechos Humanos; ni la violación a la libertad de expresión; ni el retorno de los escuadrones que asaltan casas de madrugada para capturar opositores; ni nada.
Pepe Lobo, acompañado de los candidatos derrotados-- en donde quizá cuenta el del otro partido mayoritario, los otros no son más que una deslucida coreografía para aparentar de que la unidad en Honduras es tal que hasta las etnias participan en igualdad de condiciones-- probó el sabor amargo de la desaprobación en Costa Rica. Es probable que la anunciada ofensiva diplomática se haya convertido en defensiva, sobre todo cuando allí mismo se enteraron de que la República Dominicana les cerraba las puertas, cosa que hasta pudo ser mejor para ellos, ya que anunciado estaba que se preparaban grandes protestas por esta visita en Santo Domingo. Y todo esto ocurre el mismo día en que los países integrantes del Mercosur han dado un contundente rechazo al golpe de Estado-Militar y a las elecciones realizadas en este contexto.
También Pepe Lobo pudo constatar de que la crisis hondureña trasciende las fronteras patrias, especialmente en cuanto a América Latina se refiere. Ningún otro país quiere pasar por la experiencia de un golpe de Estado Militar que luego pretenda ser blanqueado con unas elecciones. Me atrevo a pensar que en esa arrolladora victoria en Bolivia de Evo Morales (sin quitarle méritos a Morales), también tuvo que ver el caso Honduras, pues el pueblo se volcó al respaldo de su presidente como mensaje directo a cualquiera que pretenda repetir la aventura de un golpe de Estado Militar.
El nuevo reto de Pepe Lobo es el llamado que ha hecho a un gran diálogo nacional, en la búsqueda de la reconciliación nacional. Pero ya de entrada se percibe otro fracaso de lo que ya algunos medios en vez de diálogo, llaman monólogo. Reconciliar, según el diccionario, es: “Restablecer la concordia o la amistad entre varias partes que estaban enemistadas: las conversaciones de paz buscan reconciliar a los bandos enfrentados”. ¿Y si no está el presidente constitucional Manuel Zelaya Rosales cuál es esa otra parte del otro bando?
Por otro lado, ha continuado la violación a los derechos humanos, también a la libertad de expresión. El asalto de El Libertador y las constantes interferencias al Canal 36, Cholusat Sur, son de dominio público internacional. También se sabe, por ejemplo, de la agresión que fue víctima Laura Carlsen en el Hotel Marriott, por “observadores” nacionales e internacionales, el día de las elecciones, la analista política, directora del Programa de las Américas, del Center for International Policy, organización no gubernamental que tiene su sede en Washington, DC., confiesa que temió por su vida. Tampoco abona a la truncada búsqueda del reconocimiento internacional el hecho de que al día siguiente de haber ganado las elecciones, Pepe Lobo se reuniera con las Fuerzas Armadas. El mensaje entendido por el mundo es que fue a recibir órdenes, en vez de darlas, como debería ser. Y América Latina ha cerrado filas para no volver a ese pasado militarista que tantas vidas cobró, que tanto dolor causó que basta un pequeño roce para que se abran las heridas aún del todo no saturadas.
Estoy seguro de que la mayoría de hondureños/as deseamos la salida del conflicto, queremos la paz, apostamos por una Honduras mejor, pero en condiciones civilizadas, no con el presidente constitucional refugiado y militarmente cercado, no con la violación de los Derechos Humanos, no con la violación a la libertad de expresión, no con una dictadura, todo ese es un antiescenario para cualquier propuesta de paz. En estas circunstancias en vez de reconciliación lo que se acentúa es la rencor-ciliación.
Algunas y algunos están envalentonados por el respaldo de los Estados Unidos a las elecciones, yo no estaría tan confiado, conociendo bastante cómo maneja Estados Unidos sus relaciones exteriores, no sería sorpresa que de la noche a la mañana su postura diera un giro de ciento ochenta grados y al no encontrar consenso y tener intereses superiores en otros escenarios, corra el telón de Honduras y se apegue a la Constitución hondureña y ampare su desamparo en el Artículo 3 de nuestra Constitución. ¡Cuidado, Pepe!
Nota: Para quienes no lo saben, aquí el Artículo 3, de la Constitución de la República de Honduras: “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas o usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que esta Constitución y las leyes establecen. Los actos verificados por tales autoridades son nulos. El pueblo tiene derecho a recurrir a la insurrección en defensa del orden constitucional.”