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Pepe y los locutores radiofónicos

Publicado el 16 marzo 2012 por Romanas
Pepe y los locutores radiofónicos Pepe y los locutores radiofónicosPepe y los locutores radiofónicos Claro que sí. La culpa la tengo yo por oír a esos absolutos indocumentados que son los locutores deportivos.
 En mis lejanos y añorados años juveniles, cuando yo era el tío más rebelde que ha parido madre, consideraba a los locutores de radio una increíble mezcla de idiotas y cotorras, idiotas porque se creían el centro del mundo y cotorras porque hablan todo el tiempo que pueden sin ningún sentido. En aquel tiempo, yo dirigía una emisora de radio de cuyo nombre no quiero acordarme.
 El caso es que anoche oí a uno de estos tipos criticar acerbamente a un señor, que por cierto es sueco o noruego o no sé de qué otro país, por haberle puesto a Pepe (en adelante PP), ese criminal nato del Real Madrid (en adelante RM), una denuncia o querella por el pisotón que con total alevosía, premeditación y absoluta criminalidad le propinó a Messi que esta sentado en el suelo, esperando que se reanudara el juego.
 Entonces, ¿qué es lo que propugna este idiota de locutor, que se mantenga la impunidad de un criminal peligrosísimo que, alentado por actitudes como la suya, como la del imbécil del locutor, acabe produciendo un daño irreparable?
 A mí, personalmente, me parece mucho más repugnante la conducta del locutor que la de PP, porque PP actúa así movido por un instinto criminal irreprimible quizá debido a una enfermedad mental, eximente completa según todos los códigos penales del mundo, pero el jodido locutor actúa así por puro repugnante partidismo que le lleva suciamente a ser encubridor de delitos, una de las actitudes más repugnantes que pueden darse.
 Decía esta lumbrera radiofónica que la denuncia o querella era o una estupidez o una locura ya que, de prosperar, sentaba el precedente para que tales medios de incoación de un procedimiento penal proliferarán como hongos en un fútbol tan apasionado y crispado como es el español, ya que, decía, en cualquier partido se producen agresiones más o menos como ésta a porrillo.
 La postura de este genio microfónico es que la perseguibilidad de los delitos debe de depender preferentemente de su abundancia, siendo partidario, como vemos, de que dejen de perseguirse aquéllos que sean muy frecuentes.
 O sea que esta lumbrera del razonamiento, que seguramente es un fan  no sólo irredento sino irredimible del RM, sostiene impertérrito que los delitos muy frecuentes no deben de perseguirse porque colapsan los juzgados que todos ya sabemos lo ocupados que están (sic). Y a estos tíos no sólo les dejan que hablen por los micrófonos radiofónicos sino que, además, lo hagan con ese inmenso prestigio que en este país de analfabetos tienen los casi ágrafos que son los periodistas.
El razonamiento lógico es precisamente el contrario, debe de perseguirse más y con mayor dureza aquellos delitos que, por su abundancia, ponen en peligro no sólo la integridad cotidiana de los ciudadanos sino también su consciencia moral.
Si hacemos caso omiso a delitos cometidos ante cientos de miles de personas, entre los cuales hay miles de niños, el perjuicio que irrogamos no sólo a su salud física sino también moral puede ser decisivo.
Si dejamos sin sanción actos tan canallescos, realizados ostensiblmente con toda la publicidad del mundo, seguramente para complacer a sus perversos seguidores, no cabe duda de que contribuimos de manera decisiva a la desmoralización general de la ciudadanía, todo lo contrario de la finalidad que persigue precisamente el ordenamiento jurídico.
No es ya que en una sociedad civilizada las leyes se promulgan para ser cumplidas sino que, especialmente, las penales son, o deben de ser, del más riguroso de los acatamientos por el carácter de los bienes jurídicos que protegen. No es lo mismo tutelar la propiedad privada impidiendo que alguien aparque sobre la acera de tu casa, que protegerte de agresiones criminales que pueden originarte una deficiencia física tal vez irremediable.
En este sentido, la conducta de Pepe contra Messi, se halla perfectamente tipificada en el artículo 147 de nuestro Código Penal, al decir: 1 : “El que, por cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física o mental, será castigado como reo del delito de lesiones con la pena de prisión de seis meses a tres años, siempre que la lesión requiera objetivamente para su sanidad, además de una primera asistencia facultativa, tratamiento médico o quirúrgico. La simple vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento médico. 2. No obstante, el hecho descrito en el apartado anterior será castigado con la pena de arresto de siete a veinticuatro fines de semana o multa de tres a doce meses, cuando sea de menor gravedad, atendidos el medio empleado o el resultado producido”.
Ese gran cínico, el cinismo, siempre el cinismo como rasgo característico de la españolidad, que es Alfredo Flórez, juez único de competición de la RFEF, socio del RM y forofo incondicional del mismo, se permitió decir al respecto que para que él hubiera entrado de oficio a conocer de dicha agresión hubiera sido necesario que a  Messi le hubieran amputado por lo menos un par de dedos de su mano.
 Aparte del cinismo y la desvergüenza que supone este escarnio absolutamente innecesario, el asunto se torna tanto más irritante cuando este individuo es abogado y , por lo tanto , sabe que una de las modalidades de la comisión de un delito es la de la tentativa, que concurre “cuando el sujeto da principio a la ejecución del delito directamente por hechos exteriores, practicando todos o parte de los actos que objetivamente deberían producir el resultado y, sin embargo, éste no se produce por causas independientes de la voluntad del autor”, art. 16.1 del Código Penal.
 De modo que PP es culpable de dicho delito en grado de tentativa y si la mano de Messi no se lesionó gravemente fue por causas ajenas a su voluntad, pero su peligrosidad social no sólo es evidente sino además reiterada ya que antes estuvo a punto de matar a patadas a Casquero, del Getafe, ante la horrorizada mirada de cientos de millones de espectadores.
Procede, pues, que se inicie y sustancie el procedimiento penal contra PP y se concluya con la justa sentencia que procede según los citados preceptos del CP y que a los locutores madridistas que le defienden se  les aparte para siempre de la posibilidad de seguir infestando las mentes infantiles que puedan oírles.

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