Una tarde de verano Peppa Pig había ido al bosque a visitar al conejito Fito. Mamá y papá conejo aprovecharon la ocasión para llevarlos de paseo por el bosque.
Cuando iban caminando Peppa Pig y el conejito Fito vieron a su derecha una casa grande con luces de diferentes colores.
Era la casa de la alegría, donde se escuchaban, ruidos, cantos, gritos, y risas sin parar.
Peppa y Fito atraídos por la casa de la alegría quisieron entrar corriendo, pero papá conejo agarrándolos por la mano les explicó:
_ No entren Fito y Peppa, porque la alegría sin moderación lleva a la travesura y también a la locura.
Continuaron caminando contemplando los árboles y las aves del bosque, pero de pronto y a la izquierda, Fito y Peppa fijaron su mirada en la casa de la tristeza, ésta estaba cubierta por la sombra de unos viejos árboles y una gran nube negra.
Con mucha curiosidad, por la casa de la tristeza, Peppa y Fito quisieron entrar, pero mamá coneja tomándoles de la mano les reveló:
_ No entren pequeños. Esa casa está llena de quejas, llantos, desdichas, miserias y lamentos, por todos los problemas de la vida.
_ ¿Entonces, para dónde voy? _ preguntó el pequeño conejito desorientado.
_ Hijo, sigue caminando por el camino de la templanza. Ella, la templanza, mira las alegrías de la vida sin hacer locuras y contempla las tristezas sin caer en la depresión _ explicó mamá coneja.
Con el equilibrio de la templanza, Peppa Pig y el conejito Fito continuaron su camino sin desorientarse.
Y pasaron la tarde jugando y disfrutando bajo los radiantes rayos de la luz del sol.
Autora: María Abreu
Mas el fruto del Espíritu es templanza; contra tales cosas no hay ley. (Gálatas 5:22-23)