Entre las primeras palabras que han aprendido los pequeños padawanes hay una que repiten y repiten incansablemente. Y lo mismo sirve para la comida, para los juegos en el parque o en casa, para los cuentos, o para los 'dibujitos' en la tele.
Con Luke es habitual terminar agotado cuando te pones a jugar. Le encanta agarrarte, empujarte, que nos zarandeemos, que lo levantes por los aires, echarse encima tuya y revolcarse, correr tras de ti y que tú le persigas. Un ejemplo perfecto de lo que algún padre hipster o 'modernito' llama rouchhouse (hasta yo he usado el término en alguna entrada). Y ya puede estar él también agotado, con la risa floja y llorando de pasarlo tan bien, que sigue repitiendo y repitiendo la palabrita. Incansable.
A la pequeña Leia también le gusta el juego cuerpo a cuerpo, sobre todo las cosquillas y jugar a que 'se cae', pero es más tranquila que su hermano. O quizás debería decir que es más variada. A ella le encantan los cuentos, y los libros de animalitos de granjas y demás (esto requiere otro post). Y es más de quedarse embobada mirando los dibujos animados en la tele. A veces directamente te los pide, sin más. "Paul", "Pocoyó", "Pepapig"... (Paul es un personaje de los DVDs de inglés para niños de Helen Doron, a los que también está enganchada). Cuando ella intuye que va a acabar el capítulo o la canción en cuestión, ya comienza a pedir el siguiente. Y otro. Y otro más... Su hermano también, pero es la pequeña la que empieza pidiendo los dibus. Y lo mismo ocurre con los vídeos o las aplicaciones que tenemos en el móvil. El iPhone de la madre o el iPad sabe desbloquearlos sola y buscar el icono de ClanTV, pero el mío es aún un misterio para ella, y cuando lo coge y lo ve apagado, directamante me lo da para que yo se lo encienda. Y que no tarde. Alguna vez incluso ha empezado a llorar cuando le hemos apagado la tele o el móvil, pidiendo otra dosis. Otra vez repitiendo y repitiendo la palabrita, una y otra vez. Incansable.
Es hora de cambiar de tercio. Cuando se presenta uno de estos momentos de intensa insistencia, hay que buscar una alternativa, y rápido. Ir a la cocina a por galletas o algo de picar, echarse al suelo en busca de sus Legos y que se interesen y quieran jugar a otra cosa, cogerlos en brazos y asomarlos a la ventana, señalando a las nubes. Si nos pilla en la calle, llevárselo a otra parte, que se interese por algo distinto. A veces la situación se autogestiona de alguna forma milagrosa, y empiezan a jugar entre ellos, solos, o la pequeña Leia escoge uno de sus libros y se pone a 'leer', tranquila, o Luke se pone a apilar pacíficamente sus bloques de madera.
Y ahí es cuando se da la vuelta a la tortilla de nuevo. Ahí es cuando dejan de hacer lo que están haciendo, y vuelven a la carga. Y somos nosotros los que insistimos en que sigan con lo que estaban, y les repetimos y repetimos, una y otra vez, la palabrita: "Más, más, más...".