Esta sección, así con ese nombre-guiño al disco de Sui Generis, era algo medianamente recurrente en los primeros años del blog. La idea es contar alguna curiosidad sobre el coleccionismo de objetos relacionados con los años 80 y 90. No soy una gran coleccionista, pero suelo estar atenta a la aparición de cosas que me llaman la atención (y comprometen el bolsillo). Activamente, desde hace unos 15 años, colecciono libros y revistas de Star Wars e Indiana Jones. También algunas cosas de retrogaming y, por supuesto, de series animadas de los 90.
En este último grupo tengo/tenía un Santo Grial especial: los peluches de Hugo, Paco y Luis (sí, los sobrinos del Pato Donald en su versión Patoaventuras) que poseía -parcialmente- en mi infancia. En general no soy de esas personas que a través del coleccionismo buscan saldar deudas de sus primeros años de vida pero… un momento. Sí, soy.
Con mis dos seres favoritos de la época: mi gata Tina y Luisito. Circa 1992.Hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana…
En una anécdota que me emparenta peligrosamente con el Señor Burns y su oso Bobo, resulta que yo de chiquita tenía un juguete favorito que era un peluche de Luisito, el sobrino de Donald con casaca verde de Patoaventuras. Lo amaba. Aparece en muchas fotos de mi primera infancia. Recuerdo que tenía un perfume particular y el gorro de goma cuajado porque en algún momento de mi etapa preescolar solía morderlo.
Luisito, como aparecía escrito en diminutivo en su remera, creo que había llegado como regalo de mi abuelo paterno. Era un juguete en apariencia original de Patoaventuras, de alrededor de 1992… antes, durante o poco después del nacimiento de mi hermano. Luego me regalaron a Dieguito. ¿Quién?
No, no era ese Dieguito, sino una versión con nombre argentinizado del sobrino Paco, el de remera y gorro azul. Tener dos juguetes de la misma colección fue, en efecto, mi puerta de entrada al vicio este de querer completar las cosas. Pero hubo un problema: nunca encontré a Hugo, el rojo, el último del trío. No había internet para averiguar la procedencia del juguete y jamás lo vi a la venta. Aún así, con dos de los tres patitos en fila, fui feliz mucho tiempo. Pero…
En algún momento cercano a la adolescencia decidí que ya no podía tener tantos peluches en mi habitación (todos tuvimos esa etapa en que creíamos que íbamos a madurar) y llevé la gran mayoría de ellos a la casa de mi abuela. Luisito, Dieguito, y otros tantos juguetes mullidos pero anónimos terminaron en una bolsa en el galpón al estilo Toy Story 3.
Podría haberlos rescatado al entrar en razón unos años después, pero la lluvia, goteras y quizás un arranque de limpieza por parte de mi abuela los hizo desaparecer. Nunca supe a ciencia cierta si fueron tirados o regalados, ni en qué estado habían quedado. Pero me propuse conseguirlos otra vez.
Busqué en Internet y no encontré absolutamente ningún dato sobre esta colección. Hasta hace pocos días en que el misterio empezó a resolverse.
Para quienes desde Chatrán no pueden tolerar historias tristes, aviso que tiene final feliz.¿De dónde salieron estos juguetes?
En mis eternas búsquedas para descubrir la marca de estos patitos me topé con otros muchos peluches de Patoaventuras/Ducktales. Sin embargo, aquellos eran totalmente mullidos y los míos tenían la cabeza de plástico duro y solo el cuerpo relleno de algodón. Los nombres en las remeras estaban escritos en español y no me iba a conformar con algo parecido. Quería esos.
Un día, buscando en Mercado Libre, apareció Luisito. Así, como si nada. Yo estaba embarazada de mi primer hijo por lo que era 2015, acá a la vuelta de la esquina. Al verlo (hablo del pato, no de mi bebé) fue un impacto porque lo recordaba más grande pero increíblemente tenía el mismo perfume de juguete antiguo de plástico. Era igual, aunque obviamente no el mismo. Ahora quedaban dos. ¿Sólo dos?
El hallazgo reciente: los mismos patitos versión BrasilUnos cuantos meses después apareció Huguito, ese que nunca tuve de chica. Ahí empecé a pensar que sí, que iba a conseguir a los tres y terminar con esta farsa de vida adulta y proyectos socialmente aceptables.
A Hugo también lo encontré por Mercado Libre en una de esas búsquedas periódicas en las que el algoritmo me creerá medio tarada por escribir diferentes variantes de: pato peluche, sobrino donald peluche, muñeco patoaventuras vintage… y sus interminables combinaciones posibles.
Después pasaron años sin noticias. Dos veces volví a ver Huguitos en ferias y eventos de juguetes retro, pero no a Dieguito.
Sale selfiLa novedad llegó en la primera salida tras la cuarentena estricta de 2020. Fuimos a pasear por el antiguo Mercado de San Telmo y, al pasar por un negocio de antigüedades, había un pato dado vuelta. Al sacarlo, la sorpresa: no era ninguno de los tres sobrinos sino Rosita, la amiga. Ella, indirectamente, sería la clave para encontrar algún dato certero sobre esta colección.
Yo sabía que era posible que Rosita formara parte de este grupo de peluches, así como el Pato Donald, por comentarios de amigos que habían visto los juguetes en su infancia. Rosita estaba bien conservada aunque sin el moño y salía solamente 200 pesos (¡!). Otra vez estaba embarazada (yo, Rosita no, pobre), así que la historia se repetía: encuentro uno cuando estoy por tener familia y otro unos meses después de que nazca el bebé. Por suerte no son 18 patos en la colección.
Pasé a tener tres y la ansiedad desatada por conseguir ese último Dieguito o Diegote como ya lo llamaba a esa altura. Hace pocas semanas estábamos caminando (ya familia de 4) por Parque Centenario e insistí en pasar por unos manteros que hay en el estacionamiento. Es una feria medio post apocalíptica al estilo crisis del 2001 meets Soylent Green. Sentadito en un cajón de manzanas veo… otra vez a Huguito, me c*go en MacPato.
Huguito brasileño esperando que recupere el control de mi vidaEl vendedor lo tenía a $1.800 y de haber sido Dieguito lo pagaba y ponía fin a este delirio. Hablé un poco con el buen hombre dueño del puesto, que me sanateó formidablemente y, como todo el mundo, no sabía ningún dato concreto de la procedencia de estos juguetes. Me aseguró que por sus manos habían pasado los demás patitos y prometí ir de vez en cuando para chequear.
Hablando sobre este episodio en una salida familiar, el domingo 6 de marzo, hice una búsqueda rápida en Mercado Libre y… PUM. Bueno, pum no porque si hace ese ruido el celular estamos en problemas pero… ahí. Estaba. Diegote.
En una publicación reciente vendían ya no sólo al pato azul a un precio conveniente sino toda la colección de cuatro patitos. Juntos, completa. A mí me faltaba solo Dieguito pero no podía dejarlo pasar. Así que compré los cuatro con la intención de revender los repetidos (spoiler: todavía no lo logré así que si quieren a Huguito o a Luisito, me escriben).
La publicación de Mercado Libre con todos. Shoro. Por suerte la vendedora los lavó y están mejor que en esas fotos.El misterio empieza a resolverse
Algo muy extraño de los patos que acababa de comprar era que Rosita decía en su vestido Patricia. Wat. Nunca había escuchado que la llamasen así, ni en la serie, ni en los cómics de Editorial Abril ni en nada. Patricia tenía una pista: ella era la única de todos estos ejemplares que pasaron por mis manos (siete juguetes que compré más dos o tres que vi repetidos en negocios) que tenía una etiqueta y decía Estrela.
La publicación del pato inmaculado en MLBrasil bajo las bellas palabras de búsqueda «Pato Raro»Los patitos, al menos en una de sus versiones, eran brasileños. Por primera vez encontré fotos en internet de estos mismos juguetes pero que no fueran míos (me suele pasar que cuando me obsesiono con un misterio de estos termino googleando durante horas y cayendo en algún blog, foro o fotolog en el que yo misma publiqué preguntando exactamente lo mismo hace mil años. Muy patético, sí).
En Mercado Libre Brasil y en E-bay encontré varias publicaciones de venta de los patos con sus nombres en portugués y lo que es mejor: uno en caja. Por fin conocía el packaging que quizás alguna vez tuve allá por los 90 pero que ya no recordaba (admito que al verlo sentí que ya lo conocía, pero puede ser un efecto Mandela).
La parte de atrás de la cajaLa conclusión es que evidentemente los muñecos de acá compartían fabricación, en algún punto, con los brasileños que son exactamente iguales, misma matriz, misma empresa, no lo sé con seguridad. Sólo les cambiaban los nombres de la ropa adaptados al español. Sin embargo, el misterio continúa porque todavía no encontré dato alguno sobre qué fabricante los hizo en Argentina.
Juego de gemelasCualquier dato respecto a esto sería de enorme utilidad para terminar con este endemoniado misterio. Por lo pronto, estoy intentando contactar con gente que haya trabajado en Estrela y con coleccionistas retro de Brasil para ver si conocen qué empresa fabricaba a la par de este lado de la frontera.
Zezinho es habilidoso, pero Dieguito es el mejor del mundo papáhA nivel internacional, estos patitos tienen cierto parecido con los de la estadounidense Playskool (esos tienen cabeza de peluche pero también los nombres escritos y el diseño general se le asemeja bastante).
Sospecho que son una línea basada en estos, de Playskool, pero de otro material.Las apuestas de amigos alrededor de esta incógina es que las versiones argentinas podrían ser de Antex o Rayito de Sol y que hayan usado las matrices de Estrela para producir los juguetes, agregándoles, claro, el nombre adaptado.
Una publicación de ML Brasil con una Patricia/Rosita que conservó el moñoHay una colección japonesa parecida a la de Playskool, que poco tiene que ver con la latinoamericana pero tiene la particularidad de sumar otros personajes al catálogo que no estaban ni en la versión yanki. Esto me lleva a pensar que quizás el supuesto Donald que hace juego con los patitos argentinos sí exista. Vi un candidato muy potable en una publicación de Mercado Libre el año pasado, pero alguien me ganó de mano.
Arrojo este demencial posteo a Internet a ver si en algún momento recibo la respuesta a las grandes preguntas. ¿De qué empresa era esta colección? ¿Existió un Pato Donald? ¿Por qué motivo absurdo no tenían etiqueta y así simplificaban mi vida?
Y después… el vacío existencial.
¡Que la Fuerza los acompañe!
=Malena=
No podía faltar: