Resumen de las tesis del libro "Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo" de David Harvey*
“Deberíamos luchar por un mundo en el que:
1. La provisión directa de adecuados valores de uso para todos (vivienda, educación, seguridad alimentaria, etc.) sea prioritaria sobre su provisión a través de un sistema de mercado que maximiza el beneficio y que concentra los valores de cambio en unas pocas manos privadas y distribuye los bienes de acuerdo a la capacidad de pago.
2. Se cree un medio de cambio que facilite la circulación de bienes y servicios pero limite o excluya la capacidad de los individuos privados para acumular dinero como una forma de poder social.
3. La oposición entre propiedad privada y poder estatal sea desplazada tanto como sea posible por regímenes de derechos comunes –con énfasis concreto sobre el conocimiento humano y la tierra como los comunes más cruciales que tenemos- cuya creación, gestión y protección se sitúe en las manos de asambleas y asociaciones populares.
4. La apropiación de poder social por personas privadas no sea sólo limitado por barreras económicas y sociales sino que sea desaprobado universalmente como una desviación patológica.
5. La oposición de clase entre capital y trabajo sea disuelta en productores asociados decidiendo libremente sobre qué, cómo y cuándo producirán en colaboración con otras asociaciones en relación con la satisfacción de las necesidades sociales comunes.
6. La velocidad de la vida diaria sea reducida –la locomoción debe ser sin prisa y lenta- para maximizar el tiempo para actividades libres llevadas a cabo en un entorno estable y bien mantenido protegido de episodios dramáticos de destrucción creativa.
7. Las poblaciones asociadas evalúen y comuniquen entre sí sus mutuas necesidades sociales para proveer la base para sus decisiones de producción (a corto plazo, las consideraciones de realización dominan las decisiones de producción).
8. Se creen nuevas tecnologías y formas organizativas que aligeren la carga de toda forma de trabajo social, disuelvan las distinciones innecesarias en las divisiones técnicas del trabajo, liberen tiempo para actividades libres individuales y colectivas, y disminuyan la huella ecológica de las actividades humanas.
9. Las divisiones técnicas del trabajo sean reducidas mediante el uso de la automatización, robotización e inteligencia artificial. Aquellas divisiones técnicas del trabajo residuales consideradas esenciales estén disociadas de las divisiones sociales del trabajo tanto como sea posible. Las funciones administrativas, de liderazgo y de control deberían rotar entre individuos dentro de la población general. Nos liberemos del dominio de los expertos.
10. El poder monopólico y centralizado sobre el uso de los medios de producción sea conferido a asociaciones populares mediante las cuales las capacidades competitivas descentralizadas de individuos y grupos sociales se movilicen para producir diferenciaciones en las innovaciones técnicas, sociales, culturales y de estilos de vida.
11. Exista la diversificación más amplia posible en formas de vivir y de ser, de relaciones sociales y relaciones con la naturaleza, y de hábitos culturales y pensamientos dentro de asociaciones territoriales, comunas y colectivos. Se garantice el libre e ilimitado pero ordenado movimiento geográfico de individuos dentro de territorios y comunas. Los representantes de las asociaciones se junten regularmente para evaluar, planificar y emprender tareas comunes y tratar con los problemas comunes a diferentes escalas: biorregional, continental y global.
12.Todas las desigualdades en la provisión material sean abolidas aparte de aquellas implicadas en el principio de de cada cual según su o sus capacidades y a cada cual según su o sus necesidades.
13. La distinción entre el trabajo necesario hecho para otros distantes y el trabajo acometido en la reproducción de uno mismo, el hogar y la comuna sea gradualmente borrada, de manera que el trabajo social se integre en el trabajo doméstico y comunal, y el trabajo doméstico y comunal se convierta en la forma principal de trabajo social no alienado y no monetizado.
14. Todo el mundo debería tener iguales derechos a educación, salud, vivienda, seguridad alimentaria, bienes básicos y acceso abierto al transporte para asegurar la base material para la libertad para vivir sin la miseria y para la libertad de acción y movimiento.
15. La economía converja en el crecimiento cero (aunque con margen para desarrollos geográficos desiguales) en un mundo en que el desarrollo más grande posible de las capacidades y energías humanas tanto individuales como colectivas y la búsqueda perpetua de la innovación prevalezcan como normas sociales desplazando la manía por el crecimiento compuesto perpetuo.
16. La apropiación y producción de fuerzas naturales para necesidades humanas deberían mantener un ritmo sostenido pero con la máxima consideración para la protección de ecosistemas, la máxima atención prestada al reciclaje de nutrientes, energía y materia física hacia los lugares de los que vinieron, y un abrumador sentido de re-encantamiento con la belleza del mundo natural, del cual somos una parte y al cual podemos contribuir mediante nuestras obras.
17. Los seres humanos no alienados y las personas creativas no alienadas emerjan armadas con un nuevo y confiado sentido de sí mismos y de seres colectivos. Nacido de la experiencia de relaciones sociales íntimas contraídas libremente y la empatía con los diferentes modos de vivir y producir, emergerá un mundo donde todos sean considerados igualmente merecedores de dignidad y respeto, incluso al bramar el conflicto sobre la definición apropiada de la buena vida. Este mundo social evolucionará continuamente mediante revoluciones permanentes y continuas revoluciones en las capacidades y energías humanas. La búsqueda perpetua de la innovación continúa”.
David Harvey es profesor de Antropología y Geografía en el Graduate Center de la City University of New York (CUNY), director del Center for Place, Culture and Politics, y autor de numerosos libros, el más reciente de los cuales es Seventeen Contradictions and the End of Capitalism (Profile Press, Londres, y Oxford University Press, Nueva York, 2014). Lleva enseñando El Capital de Karl Marx durante más de 40 años.
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Un manual para la reflexión y la lucha
Paul Walder.-- David Harvey estuvo en Chile hace un mes. Dio varias charlas en Santiago y Valparaíso, lo entrevistó PF y habló sobre su nuevo libro, Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, un texto digital y descargable sin costo que llega en un momento preciso, no sólo por el evidente repliegue neoliberal, sino porque estamos inmersos en la peor crisis capitalista de los últimos 80 años.
Pese a nuestra cultura mercantil, las investigaciones y tesis de Harvey fueron escuchadas por centenares de personas con interés e incredulidad. Porque más allá de sus seguidores, académicos y estudiantes, las palabras del geógrafo marxista llegan a los oídos del público general como pequeñas cargas explosivas que derriban con fuerza y precisión toda la mitología neoliberal rumiada por décadas. Las Diecisiete contradicciones es un compendio que organiza y explica las actuales distorsiones del capital, pero es también una guía, un apoyo para los pasos futuros. Un texto de consulta, de reflexión y discusión. Y también de combate.
El libro está organizado en tres partes. Las contradicciones fundamentales detectadas por Marx, desde el valor de uso y valor de cambio, el trabajo social y su referente en el dinero; la propiedad privada y el Estado capitalista o la distorsión entre capital y trabajo. Todas ellas son básicas, permanentes, y forman parte estructural del capital.
Otra serie de contradicciones son aquellas que Harvey denomina cambiantes. Su evolución no está determinada, aunque no son aleatorias. Pueden extenderse por años, décadas, y corresponden a ciertas tecnologías asociadas al capital, formas de pensamiento, culturas, sistemas de producción, de circulación del capital, división del trabajo, monopolios, o el concepto de libertad frente al sometimiento al capital.
Las terceras contradicciones son las que ha llamado peligrosas. El nivel de riesgo que encierran las caracteriza como fatales, no tanto para el capital en sí mismo, que ha demostrado una capacidad de adaptación a los cambios y ciclos, sino por sus consecuencias para la población y la naturaleza. El capitalismo no caerá por su propio peso -afirma Harvey en contra de quienes sostienen esta idea, que no ha sido Marx-, sino por las consecuencias y, esperamos, reacciones que creará por la degradación de su contexto. La extrema concentración de la riqueza frente al creciente desempleo y empobrecimiento de las grandes mayorías es una señal evidente del reguero de desolación que deja hoy el capitalismo. Del mismo modo, las consecuencias de la explotación de los recursos naturales y sus desechos sobre el planeta no las carga el 1% dueño del capital, sino las grandes poblaciones humanas.
Entre este tercer nivel de contradicciones ha detectado el crecimiento exponencial y acumulativo sin fin, o cómo el capital busca altas y permanentes tasas de expansión. Esta idea, que es básica y natural para cualquier empresario y gobierno, encierra tal vez el mayor peligro de todos. La otra contradicción es la relación del capital con la naturaleza y cuyos efectos ya los estamos soportando, aun cuando el capitalismo se las ha arreglado para continuar reparando, a la vez que mercantilizando, sus propios desastres. Y llegamos a la última contradicción, en la cual radican también las esperanzas humanas: la rebelión ciudadana por la alienación universal.
Es evidente que hoy asistimos a una agudización de todas estas contradicciones. Pero también a una yuxtaposición, a una imbricación de ellas, lo que crea espacios que podrían ser ocupados por proyectos políticos alternativos y anticapitalistas. Para Harvey, el capitalismo no caerá solo, pese a sus cada vez más bestiales contradicciones, sino que habrá que empujarlo.
Este es el punto crucial. Estamos en una encrucijada, la que se hace cada día más evidente. O el capitalismo cae derribado por nuestra iniciativa o se refuerza y muta en fascismo, como también ha dicho Immanuel Wallerstein. De ello se trata la conclusión y el epílogo del libro. Un manual, un instructivo de lucha para los millares de movimientos sociales y políticos. Este combate, para lo cual cita a Frantz Fanon, teórico y luchador por la liberación colonial, será con todos los medios a nuestro alcance.
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Fuentes: Punto Final/Rebelion