Chéjov se preguntaba por qué la infancia nos parece siempre un tiempo más rico y gozoso de lo que fue en realidad. Shteyngart, otro ruso, tiene claro que en su caso mejoró cuando con siete años pasó del blanco y negro al tecnicolor. A finales de los setenta, numerosas familias judías de clase media emigran a Estados Unidos, gracias a un acuerdo entre ambos países a cambio de cereales. Pero el exilio tiene también su precio, sobre todo para unas personas más maduras como eran sus padres.
En el libro el autor llega hasta sus cuarenta años, que van de Leningrado a Queens, y siguen por el colegio, la universidad y la primera novela que publicó. Se detiene en la fuerte presencia de sus padres en su vida, la vocación de escritor, la búsqueda desesperada de ser querido, el despertar sexual, las hazañas alcohólico-narcóticas de la universidad, las sesiones de psicoanálisis, su primer libro y el viaje a Rusia en 2011. Cada capítulo, muchos de los cuales ya habían aparecido publicados en revistas y periódicos norteamericanos, viene encabezado por fotografías del autor y están concebidos para que puedan ser leídos individualmente: apertura, cierre y mensaje bien definidos.
Igor/Gary (Leningrado, 1972) es un judío, hijo único y niño enfermizo, que tarda en ubicarse en la vida. Desde el principio de sus días conscientes opta por el humor como mecanismo de defensa y forma de no pasar desapercibido y ser aprobado. Esta actitud contagia sus actos hasta el punto de que empieza riéndose de sí y termina haciéndolo de casi todo. Su acusada personalidad se vierte en un relato francamente divertido, lleno de comparaciones hilarantes y asociaciones imaginativas y chisposas. Una mezcla mordaz e inteligente de Woody Allen, Groucho Marx y Samuel Bellow. En su estilo están los artículos de David Foster-Wallace y el Todo un hombre de Tom Wolfe, y también Nabokov y Chéjov.
No reniega de sus raíces pero es norteamericano desde los siete años. No comparte la religiosidad de su pueblo ni idolatra al Estado de Israel. El peso de haber defraudado a sus padres se hace presente hasta en el título de estas brillantes memorias, llenas de vida y de momentos emotivos. No disfraza sus evidentes errores y defiende la belleza, la cultura y el humor como último recurso del judío acosado. La prosa verborreica e informal de Shteyngart nos va llevando sin respiro por toda su vida, sin perdonarnos una sonrisa en ningún momento, pero estamos ante un libro serio sobre la identidad, muy alejado de la intención satírica primordial de sus novelas.