A la hora de poner límites no debemos permitir que estos errores (por demás comunes) echen por la borda todo nuestro trabajo.
No uses vaguedades para pedir lo que querés: Frases como portate bien o sé un buen chico no sirven. Pedile lo que realmente querés como por ejemplo: ayudame por favor con las bolsas o por favor, ordená tu cuarto.
No hagas preguntas inconducentes: No comunicamos claro lo que queremos si en lugar de explicarlo hacemos una pregunta capciosa: ¿Cuántas veces tengo que decirte que….? o ¿En qué idioma tengo que decirte que…? Son malas maneras de recordar una regla.
No amenaces: Poner límites no es terrorismo verbal ni abuso emocional, a veces es adecuado recordarles las consecuencias negativas que puede traerles su mal comportamiento, pero de una manera despojada de violencia y con el objetivo de permitirles la elección libre, la anticipación de consecuencias y no como una amenaza.
No explotes emocionalmente: Las reglas tienen que ponerse en un buen clima: No pueden surgir de un enojo ni de un desborde. Constituyen ni más ni menos que la educación de nuestros hijos, que no puede depender de un enojo. Todos somos humanos y tenemos nuestros malos momentos. Debemos reconocerlos y hacer algo para evitarlos.
Una buena regla debe poder ser cumplida, debe ser pensada, explicada, clara, explícita y convincente y sobre todo, debe ser cumplida.
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