Revista Cultura y Ocio
Los 100 supervivientes se presentaron ante la gigantesca nave de guerra. En el interior, el capitán felicitó a su agregado de guerra psicológica:
- Le felicito, Niredo, le propondré para un ascenso.
El capitán pensó lo fácil que habían sido las cosas: apenas llegados a la Tierra se dieron cuenta de que reducir todo el planeta sería muy costoso, por tanto consultaron al agregado psicológico para que les orientara en la manera de reducir pérdidas. Este había concebido un plan muy ingenioso.
- Primero debemos hacer flaquear su voluntad -le había propuesto-. Recorra el planeta durante tres días destruyendo cuanto pueda, especialmente en sus grandes ciudades. Luego emita una declaración en su ciudad más importante en la que anuncie que destruirá el planeta y solo 100 supervivientes serán autorizados a permanecer vivos. Alegue problemas de superpoblación o algo así, para justificarlo...
Lo que ocurrió entonces fue absolutamente exitoso para nuestros planes: todo el planeta se sumergió en el caos; se iniciaron incontables guerras a pequeña escala con ejércitos pequeños, de no más de un centenar de combatientes, el fragor de los tiroteos y artillería se extendió por todo el planeta. Algunos privilegiados decidieron encerrarse en refugios antiatómicos e hicieron explosionar millares de bombas nucleares. En el tercer día el planeta estaba cubierto por las nubes de cenizas radiactivas y se iniciaba un largo invierno nuclear. El hedor de humanos, animales y peces muertos y en descomposición era insoportable. Ningún ave volaba en aquel cielo negro. Apenas algunas plantas habías sobrevivido en profundos cortados o lejanas montañas. De cuando en cuando algún reactor falto de combustible caía sobre la tierra calcinada.
A los siete días, 100 hombres enfermos y con el rostro descompuesto por la desconfianza y la desesperación se presentaron ante el platillo.
- ¡Estúpidos! -pensó el capitá- ¡Si nos hubiérais hecho frente con todas vuestras fuerzas unidas la victoria estaría de vuestra parte!
Luego se dirigió al tablero de mandos y emitió la orden de destrucción definitiva. Frente a la nave los últimos 100 hombres se volatilizaron en un instante.