Con cierta frecuencia mi vecina y yo coincidimos en el descansillo por las mañanas. No podemos hablar del tiempo porque aún es de noche y no nos hemos enterado de lo que sucede al otro lado de las ventanas. En ocasiones, al menos en mi caso, la meteorología es toda una sorpresa, y no siempre grata. Ese es uno de los motivos por el que siempre llevo varios paraguas en el coche: nunca sé de antemano cuándo los voy a necesitar.
A esas horas una no ha terminado de arreglarse y para los últimos toques va bien recurrir al espejo del ascensor. Criticar el propio aspecto es de lo más socorrido, especialmente si la causa tiene relación con el trabajo. Por desgracia la luz del ascensor revela muchos problemas que no tienen solución, hay que esperar a la vuelta.
- ¡Buf! ¡Qué ojeras! - Aquí está claro el principal culpable. No, no es el pobre despertador sino el encargado de fijar el horario laboral. El muy sádico disfruta de que los trabajadores inauguremos las calles antes de que lo haga el sol.
- ¿Sabías que lo mejor para las ojeras es el hielo?
Pues sí, el hielo, así de sencillo. Un cubito de hielo todas las mañanas descongestiona los ojos que es un primor. Sólo hay que pasarlo por los párpados y dejar que actúe unos segundos. Unas cucharillas congeladas también funcionan, aunque hay que tener cuidado porque se enfrían tanto que pueden quemar la piel, que en esa zona es muy delicada. El hielo es más seguro. El efecto es inmediato pero mejora con la costumbre.
- Me están saliendo manchas.
Con un poco de perejil machacado y aplicado en mascarilla regularmente, asunto solucionado. La mejor manera de conservar las hierbas aromáticas frescas es en el congelador, en una bolsa. No he probado a congelar su zumo en cubitos de hielo, para aplicarlo según el truco anterior, pero parece una buena alternativa. Eso sí, después hay que exfoliar u optar por lucir manchas verdes en lugar de marrones. Supongo que entre los marcianos este maquillaje causaría furor.
- Tengo un grano que no se me quita.
La aspirina es milagrosa. Basta un trocito con unas gotas de agua hasta convertirla en una pasta que pegar sobre el maldito grano. Se deja secar y luego se sacude el polvillo. No importa que quede algún resto, no se ve pero sigue actuando. ¡Ay, si lo hubiera sabido antes!
- Se me despellejan los labios.
Se habla de exfoliar los labios con un cepillo de dientes pero esta técnica tiene sus detractores. Sin embargo, cubrirlos de bálsamo, mi favorito es el Carmex porque además previene las calenturas, y luego poner un poco de canela sobre la yema del dedo para frotarlos, no sólo retira los pellejos sino que mejora su volumen sin recurrir a infiltraciones. Luego conviene limpiarse la cara para no lucir la sombra marrón de una barbita y su bigote. Una gota de tabasco los deja tersos y no mancha, pero no se lo aconsejo a los que no soportan el picante.
- Me duelen las cervicales.
Nada como un saquito de semillas de esos que se meten en el microondas. Con el calorcito las contracturas se relajan y el alivio es casi instantáneo. Si la cabeza reposa sobre la almohada lo difícil es resistirse al sueño. Es ideal para la siesta al volver de trabajar.