Castillo de Peracense, día tercero de las nonas de agosto del año de la Encarnación del Señor de mil y doscientos doce
¡Loado sea Nuestro Señor Jesucristo puesto que Úbeda ya es nuestra! ¡Regocijaos, siervos del Único Dios verdadero, pues los almuédanos no llamarán a la oración desde la torre de la Seo de Zaragoza y, aun menos, desde San Pedro de Roma! Los ejércitos del Señor y don Pedro de Aragón, como un nuevo Josué en el Valle de Josafat, han destruido, junto a castellanos y navarros, la soberbia del Miramamolín ante las murallas de Hins al-Iqab, su castillo del Muradal, sobre los campos que, en romance, se dicen las Navas de La Losa. ¡Ah, qué valiente y hermosa carga dicen que fue la carga de los tres reyes! ¡Quién, arzón junto a arzón, hubiera podido, espada en alto, cabalgar en medio de ella!
Así pues, alegraos, mostrad vuestro júbilo y dad gracias a Dios, pues las altaneras amenazas del califa de los almohades, el infiel, gracias a los firmes haces dirigidos por Ximeno Cornel, García Romeu, Pardo y a tantos y tanto otros esforzados caballeros, hoy no son sino meros graznidos de trémula y asustada vieja que corre hacia el mar buscando, desesperada, incierto seguro tras las Columnas de Hércules.
También la espada de nuestro señor y tenente, don Sancho de Antillón, ha obrado proezas a la sombra del Castillo de la Cuesta, pues los sarracenos cayeron ante su caballo, dicen, como la mies que sus vasallos siegan en verano. Pero, ahora, don Sancho regresa, desde Calatrava, junto con Leopoldo de Austria, el cruzado que, llegado tarde al festín de los cuervos, no tiene más remedio que escoltar, de vuelta y para su pesar, a la hueste de nuestro amado señor rey don Pedro, cuyo coraje tiene aún, ¡maldito sea el destino!, otras grandes amenazas que afrontar.
Pero los heraldos de don Sancho, impaciente por tornar al castillo rojo, han anunciado su llegada, en compañía de muchos otros valientes y esforzados ricoshombres de éstas y de otras tierras hermanas, para la atardecida de hoy. Mas deseoso de celebrar tan magna, esforzada y nunca vista victoria sobre los enemigos de la Fe, ha decidido compartir su dicha con nosotros, los fieles que, renunciando a la gloria, hemos guardado Peracense durante su ausencia. Por tal causa, ha mandando convocar grandes festejos y juegos entre todos aquellos que deseen participar para su propio solaz y disfrute.
Y tal, por el presente llamamiento público, como fieles y buenos vasallos, hacemos y cumplimos de buen grado:
"Sabed, pues, todos cuantos quienes así lo gustéis, ya seáis ricoshombres, mesnaderos, infanzones, freires de orden, regla o siglo, ciudadanos o villeros, de toda clase y condición, que, si corazón puro habéis, podéis acudir al cobijo y resguardo del castillo rojo para celebrar los grandes fastos que, en honor de la muy grande victoria de Úbeda, don Sancho de Antillón ha convocado, participando, según vuestra natura lo permita, en aquellas justas, lizas, batallas, alanceamiento de sortijas, tablas, bofordos o pasos honrosos -si a tanto alguno osa-, arquerías, trebejos, escaques, recitaciones, cantares y otras destrezas semejantes y parejas, así del cuerpo como del ánima, que los señores mantenedores a bien tengan por señalar."
Acudid todos cuantos podáis y holguemos, por tanto, estos días de reparo y solaz, pero mantengámonos también alertas, barones, pues no todos los peligros han cesado en su grave insidia. Grandes trabajos y sufrimientos nos esperan aún. Recordad que la tenaz y negra Parca, sentada, hoy más firme, junto al dulce Garona, borda ominosos y pálidos leones sobre paños tintos en sangre de inocentes. Inocentes y hermanos. ¡Recordadlo!
Texto de Carlos Polite