Revista Salud y Bienestar

Perchas para la dignidad

Por Carlos

Se buscan perchas para colgar la dignidad. No hay como vivir en carne propia, o cercana, para darse cuenta de las cosas, aunque no es imprescindible.

Cuando defendemos el sistema sanitario público, hablamos de la competencia profesional, de los avances tecnológicos y de la accesibilidad, pero siempre suspendemos en hostelería y en trato personal.

Es curioso, avanzamos en la creación de controles dietéticos y sistemas de distribución de comidas en hospitales pero nos olvidamos, en ocasiones, de aspectos tan poco importantes como la voluntad del paciente. Cuando se le pregunta a un paciente por el menú que desea, sería aconsejable comprobar que luego se le facilita aquello que ha pedido, de lo contrario una opción de calidad se convierte en una oportunidad de pitorreo. Pero esto no es importante.

Creemos respetar la voluntad del paciente a la hora de acudir a un centro u otro, de elegir profesional, pero nos olvidamos pronto y ponemos tal número de trabas que en la realidad muchos desisten. Pero esto no es importante.

Diseñamos servicios de atención al paciente, pero cuando se utilizan, en muchas ocasiones, solo se reciben excusas acerca de los problemas que se plantean, que si esto es lo que hay, que no podemos hacer mas, que tengan paciencia, que ya le llamarán o que su petición se ha deslocalizado y que vuelva a empezar el periplo pidiendo de nuevo el salvoconducto a su médico de familia, eso sí, que le ponga urgente….Pero esto no es importante.

Ahora bien, cuando llega el momento del ingreso hospitalario, aquí ya se descompone el sistema.

Doce horas de espera en una sala es consustancial al sistema, las listas de espera son consustanciales al sistema, la falta de explicaciones son consustanciales al sistema, el pijama sin botones o de la talla que toca es consustancial al sistema, el camisón con el culo al aire es consustancial al sistema….

De esta manera un ciudadano que horas antes tenía intacta su dignidad (si lo encontramos en la calle con su sombrero y sus guantes) va perdiéndola en el transcurso de los procesos asistenciales, consustanciales al ingreso, hasta transformarse en un paciente, figura que al parecer no distingue entre personas o números. En unas horas pasa de ser D. Fulano de Tal, al paciente de la 215 cama 2.

Somos expertos en transformar un ciudadano digno en un paciente crónico mayor y al que antes se le hablaba con el merecido respeto ahora se le habla como si fuera un niño pequeño, eso si con la mejor voluntad del mundo.

Y digo yo, ¿no sería buena medida que al menos se pusieran perchas para colgar la dignidad que traía, de manera que a la salida pudiera recogerla junto con el resto de sus pertenencias para salir a la calle?


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