“Seraphine es una mujer de cuerpo minúsculo que ya cumplió su pena, por genocidio. Pero la libertad no hizo de ella una mujer radiante. ¿Cómo? ¿Cómo lidiar con la brutal repetición de aquello que pocos pueden lograr entender? Ella tampoco comprende… ¿Cómo y cuándo empezó? Los tambores no se lo explican. Aunque, de alguna manera, sosiegan, apaciguan su magullada alma. Cuando empuña las baquetas y se deja llevar por el retumbar de la percusión, sus menudos brazos encuentran fuerza y se embalan. Los golpes se confunden con los de las demás y es imposible distinguir, quién fue perpetradora, quién fue víctima”.