El Campamento Mestizo (para hijos de dioses y humanos) queda sin protección por lo que Percy y sus amigos tienen que viajar al Mar de los Monstruos para conseguir el Vellocino de Oro y salvar el árbol de Thalia y el refugio terrenal de los semidioses. Logan Lerman (Las ventajas de ser un marginado) vuelve a ponerse el escudo de semidios yanqui, acompañado por su protector amigo el sátiro Grover (Brandon T. Jackson, Tropic Thunder) y de Annabeth (Alexandra Daddario, Carta blanca) y dirigidos esta vez por Thor Freudenthal (Diario de Greg).
Si en el anterior filme (Percy Jackson y el Ladrón del Rayo, Chris Columbus, 2010) conocíamos de dónde surgía este semidios moderno llamado Percy (por Perseo), en esta segunda parte vivimos las dudas de este adolescente hijo del dios del mar, atormentado por si realmente es el héroe que todo el mundo cree que es. Además, se enfrenta al descubrimiento de que tiene un hermano, del que comparte padre, y a las dudas de su relación paterno filial, cuyo padre siente que no le escucha (como antes le escuchaba a través del agua). Además de estas dudas tan terrenales, Percy y sus amigos tienen que volver a emprender una aventura épica y vuelven a viajar por Estados Unidos (Washington D.C., e incluso el Triángulo de las Bermudas), en busca del Vellocino de Oro para salvar su campamento y evitar la vuelta de Chronos a quien el (de nuevo) malvado Luke intenta devolver a la vida.
Esta saga, basada en las novelas de Rick Riordan Percy Jackson y los dioses del Olimpo (que cuenta con tres novelas más, potencialmente adaptables al cine), recuerda a otras conocidas sagas como Harry Potter (a la que le une Chris Columbus como iniciador de ambas) y a X-Men (aquí mestizos en lugar de mutantes y un campamento en vez de la Escuela de Charles Xavier), aunque no llega al nivel de ninguna de ellas. A su vez, esta segunda entrega no cuenta con los nombres conocidos con los que contaba en la primera parte como Rosario Dawson, Uma Thurman o Sean Bean, y Anthony Head sustituye a Pierce Brosnan en el personaje de Chiron, aunque sí vuelve a aparecer aquí Luke (Jake Abel) como el semidios hijo de Hermes que, debido a sus traumas con su padre por abandono, intenta resucitar a Chronos para que vuelva a devorar a los dioses del Olimpo.
Resulta una película para todos los públicos a los que no tiene que horrorizar el hecho de que el que se supone es el punto fuerte de la saga (la convivencia de la mitología griega en los EEUU actual) quede descafeinada de su verdadera esencia; el dios del vino Dioniso no se entrega a la diversión sino a la de ser un monitor de campamento que tan solo puede beber agua o los dioses tienen remordimientos por no haber podido criar a sus hijos engendrados con humanos. Pero aunque es una película de aventuras sin demasiado contenido y olvidable al salir del cine, es disfrutable en pantalla grande y tres dimensiones
[pinit]
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