Revista Espiritualidad
Un vida ajetreada, millones de cosas que hacer, miles de coches enturbiando nuestra ciudad, trabajo, estrés, agobios…y no tenemos tiempo para mirar el cielo.
Pero, aun así, ¿Qué vista tenemos del cielo? Ninguna.
Es imposible saber de la inmensidad de nuestro alrededor, si no conocemos uno de los cuadros más bonitos que supera a toda la historia de la pintura universal. Una imagen que nos ofrece la naturaleza día tras día y que, seguro, que muchos de nosotros aun no conoce.
¿Qué sabemos de la contaminación lumínica? Creo que mas bien poco.
Constantemente escuchamos todos los problemas que nos traen los gases de efecto invernadero, contaminación de nuestras aguas subterráneas y superficiales…pero nos falta una, que no es menos importante que las demás.
Realmente somos animales diurnos, con unos ojos poco adaptados a la noche pero, principalmente hemos alterado la noche por miedo. La noche nos trae inseguridad y por ello, sin darnos cuenta, estamos eliminando un proceso que es tan importante como el de la misma luz solar.
La contaminación lumínica es el resultado de una iluminación mal diseñada, proyectando luz hacia el cielo, donde no hace falta. Y tiene sus grandes consecuencias, ya que interviene en procesos de migraciones, reproducción, alimentación…en numerosas especies de animales.
La luz, para un gran número de especies, es un poderoso imán, un efecto tan eficaz que los científicos hablan de aves marinas que, mueren extenuadas volando en círculo y por millares, alrededor de las llamas que desprenden las plataformas petrolíferas.
Alterar la noche haciéndola que tenga más horas de luz de lo normal, no es nada bueno para muchos tipos de aves. Ya que un día más largo, permite pasar más horas comiendo y puede afectar el calendario de las migraciones. Por ejemplo, una población de cisnes de Bewick que pasaba el invierno en Inglaterra engordó más deprisa de lo normal, lo que determinó que emprendieran antes la migración a Siberia.
El problema está en que la migración, es una conducta biológica cuyos tiempos están sincronizados con precisión. Es decir, esta población podría llegar demasiado pronto a Siberia y que las condiciones de nidificación aun no sean idóneas.
Otro gran problema es el de las tortugas marinas. Éstas cuando desovan lo hacen en playas oscuras (que cada vez quedan menos) y allí depositan sus huevos. Además, las crías recién salidas del cascarón, se dirigen hacia el horizonte más brillante que debería ser el mar, y se confunden cuando hay luz artificial en la ciudad. Sólo en Florida se pierden cientos de miles de tortugas al año por este motivo.
Quizá, de todas las contaminaciones que amenazan nuestro planeta, ésta es la más fácil de solucionar.
Un saludo a mis lectores.
Pablo Escribano.