De eso van las vacaciones. De perder la costumbre. Porque hay que perderla de tanto en tanto. Es necesario. Es higiénico. Es sano.
Y es que cuando nos acostumbramos, dejamos de pensar las cosas. Las automatizamos y olvidamos cuestionárnoslas. Las hacemos porque siempre las hicimos de ese modo. Embrague, cambio, gas.
Así, cuando nos falta la costumbre, nos vuelve a funcionar el coco. Tomamos distancia y todo se piensa mucho más claro. O digamos que se piensa de verdad. Todo está bien revisarlo, para dejar bien claro qué mantenemos y qué nos cargamos, para dejar constancia de que salimos a la calle libres de caspa, convenientemente actualizados, y habiéndonos descargado la última versión de nosotros mismos.
Y cuando terminas las vacaciones vuelves a tu yo de antes y lo primero que te preguntas es por dónde ibas. Cuando no acabas preguntándote hacia dónde vas. No es extraño que se disparen los divorcios en estas épocas.
Leído en artículo de Risto Mejide para Elperiodico
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/risto-mejide-perder-costumbre-4802333
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