Revista Opinión
El lehendakari Patxi López no se ganará nunca la vida prediciendo el destino. Si como gestor deja mucho que desear, sus dotes como adivino son un rotundo fracaso. Las pruebas son concluyentes. El pasado jueves, 14 de enero, en un acto de autohomenaje convocado en Lehendakaritza, Patxi López aseguraba ufano que ”hemos actuado, hemos aguantado y hemos adoptado las decisiones que hacían falta para que hoy podemos decir que estamos empezando a salir de la crisis“. Aún más, el inquilino de Ajuria Enea sostenía, lleno de orgullo, que “estamos creando algo de empleo“. Ojalá fuera cierto. Sin embrgo, la realidad es tozuda y por mucho que se intente esconder siempre termina por ver la luz. Cuando no se ha cumplido todavía una semana de la celebración de autobombo y oropel en la sede oficial del Gobierno vasco, hemos sabido que en el último trimestre del año pasado se perdieron en Euskadi 17.900 puestos de trabajo, según la Encuesta de Población en Relación con la Actividad (PRA), elaborada por el Instituto Vasco de Estadística. La tasa de paro se sitúa ya en el 10 por ciento, 1,3 puntos más que hace un año. Si es éste es el cambio tranquilo, al que aluden PSOE y PP, lo siento, pero no me gusta nada. Claro que también nos quisieron hacer creer, en su día, que Udalbiltza era ETA y ayer la Audiencia Nacional confirmó lo que muchos sabíamos: la Asamblea de Electos promovida por la izquierda abertzale era un proyecto nacionalista, pero no por ello un proyecto terrorista. La justicia, como siempre, llega tarde.