Una imagen llena de color pero que resulta un tanto triste, tal vez porque la chica se va, tal vez porque el otoño nos indica que se acerca el invierno… aunque a lo mejor “triste” no es la palabra… a lo mejor hay que hablar de melancolía.
Es posible, sí.
Melancolía de colores, un par de conceptos poderosos que no suelen verse juntos casi nunca. Creo que así podría titularse esta imagen: “Melancolía de colores”. Resulta lo suficientemente evocador para ser un título y a la vez es bonito y elegante, agradable de pronunciar y de escuchar, “melancolía de colores”, aunque si lo dices varias veces seguidas se convierte en una especie de trabalenguas divertido y juguetón.
Pero, en fin, ¿a dónde quiero llegar con esta imagen? ¿Por qué tantas vueltas al título? Pues me parece que se trata de miedo. Sí, miedo. A mí, esta imagen me da un poco de miedo porque es de mí de quien se aleja la chica. Y además lo hace de manera tranquila, como si estuviese absolutamente segura de lo que hace. Se aleja después de haberlo pensado mucho. Y no parece haber nada que yo pueda hacer para impedírselo, tan solo contemplar como se aleja, inexorablemente, cada vez más. Es aterrador sentir que me quedo solo. Y para ella no debe haber sido fácil enfrentarse con la disyuntiva de irse o quedarse, para nada, debe haber sido muy duro también.
Hay que ser una persona muy madura para hacer ciertas cosas a ciertas edades. Ella, por ejemplo, para irse en este momento necesita de una fuerza y una convicción brutales. ¿Las tendrá? ¿Será capaz de dar un vuelco a su actual modo de vida? Interesante dilema. Yo creo que la respuesta es que no, por eso me da tanto miedo la foto, pero nunca se sabe. Solo ella sería capaz de responder con una aceptable fiabilidad, aunque tampoco al cien por cien. Seguramente ni siquiera mientras se estuviese yendo. Lo más probable es que la duda fuese su compañera de viaje para siempre.
Melancolía de colores. Interesante. A lo mejor solo se va un minuto al kiosco más cercano para traerme la prensa y entonces la veré venir, sonriente y pizpireta por el mismo camino por el que durante unos segundos la creí perdida para siempre.