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Perdiendo la gracia

Por Francescbon @francescbon
PERDIENDO LA GRACIALepe es una población perteneciente a la provincia andaluza de Huelva. Se ha hecho famosa por su producción agrícola, en concreto son de mucho renombre las fresas y los fresones, que se consumen en todo el estado español y se exportan a Catalunya, Euskadi y otras naciones. Pero hace unos años a alguien se le ocurrió expandir el bulo de que los habitantes de Lepe eran algo escasos de entendederas. O sea, de pocas luces. O sea, duros de mollera. O sea, tontos de narices. Claro: el humor propio en estos casos, y en esas épocas donde la corrección política y el respeto a las minorías eran conceptos prácticamente de ciencia ficción, se cebó y se encarnizó y los chistes de leperos se pusieron rápidamente de moda, chistes basados en el estereotipo del tonto, del corto que no se entera o no entiende o no reacciona.
Mi chiste favorito de Lepe era éste.
Van dos de Lepe andando;
A. ¿Dos y tres?B. ¡Seis!A. ¡Por el culo te la hinco!
Buenísimo: brillante, corto, adaptable (intraducible).
Lo que pasa es que pierde si se escribe, no?. Pierde si uno no le aporta un ligero acento, una inflexión, y eso es algo a lo que la tecnología no ha llegado en lo que concierne a la escritura.
Lo que está claro es que si hay que explicarlo todo se va a hacer puñetas. O sea, a freír monas. O sea, al carajo.
Entonces, y teniendo en cuenta que escribo justo esta frase a las 23:21 y que debo calcular si este post es de 28 de diciembre (y entonces sólo me he saltado un día lo de publicar pero esta nadería podría pasar por amago de inocentada) o 29 de diciembre (y la gravedad y la condición de oficial del post pasa a ser indiscutible pero son 2 días sin publicar y por menos de eso Alex Azkona especularía con que mi cuerpo está en algún lado con una etiqueta atada al dedo gordo, lo colgaría en Twitter e iniciaría los trámites para hacerse cargo amablemente de continuar con mi cruzada para que se reconozca la obra de Frank Ocean),.
Lo cual viene a cuenta porque el otro día participé en un concurso en la web, yo que opino que la lógica matemática más aplastante es el mejor de los argumentos para no participar en rifas ni loterías de ninguna clase y que no me atrevo con el póker porque se me ponen las orejas rojas cuando miento.
El concurso consistía en poner una frase, sólo una, que debía decorar un muro virgen, de esos que son la ensoñación de cualquiera de esos tipos con la gorra al revés que oyen la palabra Montana y no piensan en Hannah (por favor: quien entienda la broma que medite un rato sobre la acumulación de información inútil que supone el hecho de entenderla).
Voy y pongo "por qué he de ser tan breve?. Esa es mi aportación al concurso, pálida y críptica, tan escasamente brillante (aunque Nanis la tilda de demostración de ingenio) que ni siquiera es tomada por una frase de concurso, sino por una queja ante la condición del concurso.Por eso necesito explicarla aquí, porque si no, como no tengo esperanza alguna de llevarme el misterioso premio ofrecido (que estoy seguro de que será algo fascinante y desproporcionadamente inmerecido), si no la explico aquí, el misterio quedará ahí escondido y pareceré lerdo, y si el juez no me concede la palabra pues aquí la tomo.
1. La vida. No puedo desaprovechar una pared para explicar lo desesperante que es su brevedad. Porque el otro día como con mi hermano y recuerdo su foto de bodas hace 24 años y digo que qué pocas cosas median entre esa foto y como es ahora, y que es una putada que tantos años y tan importantes en la vida de las personas parezcan un soplido contra una corriente de oleaje porque hemos gastado la vida trabajando.
2. Mi persona. Una pared para tí y solamente una frase?. Joder, escribiría muchas cosas y explicaría que estuve y mencionaría personas queridas, aclarando que el orden nadie se lo tome a mal, repitiéndome internamente va, no pongas tonterías, no seas bobo ni seas trascendente pero tampoco menosprecies la oportunidad que se te brinda.
3. El momento. No soy Keith Haring: no tengo un público o un sponsor esperando ver mi trabajo para interpretarlo y aplaudirme. Y normalmente, con el spray y el muro, no tardará en aparecer la policía: no tengo ganas de pagar servicios a la comunidad, de ponerme un chaleco los sábados y los domingos y limpiar del suelo papeles de caramelos que siempre se enganchan a la suela o envoltorios transparentes que aún huelen a galleta de chocolate. Es por eso.

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