Los europeos y las europeas cada cinco años nos damos una alegría. Con abstención, o a causa de ella, tocamos las narices. Eso si; cuando se trate de nuestro gobierno, sea provincial o local, ya volvemos al redil y votamos como manda el coco.
Esta vez, arrasados por la austeridad de conservadores y socialistas de la penúltima vía, no hemos dado, con la honrosa excepción griega, en votar a quién gestionar pueda mundos alternativos sino que hemos alentado populismo de todo tipo.
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