Pereza, durante el concierto en el Palacio de Vista Alegre. Fotografía Isabel L. Marrupe
Ayer, 8 de junio, fue un día triste para todos aquellos que hemos saltado, gritado, sentido y vivido cada de las canciones de este dúo de rockeros canallas llamados Pereza. Triste porque sus canciones iban a sonar a despedida pero la tristeza no formaba parte del repertorio que Rubén y Leiva nos tenían preparados para ensordecer el Palacio de Vista Alegre (Madrid) en una noche especial y crucial en sus carreras, un punto de inflexión, que separa sus caminos por un tiempo después de más de una década llenando primero salas y luego estadios de nuestro país.
Sabíamos que estábamos presenciando un momento importante, único tal vez, consciente de ello el público se entregó por completo desde los primeros acordes de Leones, con la cual Pereza irrumpió en el escenario. Esperábamos un gran concierto dada las circunstancias y las altas expectativas incluso se superaron. Dos horas y media de rock and roll, de saltos y sudor. Su música traspasó cada uno de los poros de nuestra piel y se apoderó de nuestro cuerpo y mente de principio a fin.
Todo recordaba mucho a su última gira “Aviones” de 2010, misma estética en el escenario, grandes telones y alfombras rojas y una gran lámpara cilíndrica central, y las mismas ganas e intensidad, cualquiera diría que se separan. Y es que Rubén y Leiva desde hace mucho tiempo dejaron de ser dos para convertirse en uno, Pereza y así lo demostraron con gran complicidad en Animales o Manager.
Las siguientes, Quiero hacerlo y Cómo lo tienes tú –ambas del tercer disco, Animales (2005) daban paso a una fase de canciones de ritmo más pausado Estrella Polar, Voy a comerte y la ya emblemática Windsor, donde en esta ocasión el saxo fue uno de los protagonista aportándole un toque blusero que ensimismaba tus sentidos.
Leiva, ayer en el Palacio de Vista Alegre (Madrid)
Rubén y Leiva durante el concierto
Cada canción es una sorpresa en manos de estos madrileños, por eso cada directo es único, no sabes por dónde van a salir, te pierdes buscando sus voces intentado unirlas con la tuya. Entras en un juego que no quieres terminar.
Con Amelie llegó uno de los momentos más emotivos del concierto, un Palacio de Vista Alegre abarrotado se convertía en una estela de estrellas centelleantes, gracias a los móviles y mecheros que el público agitaba al compás de la canción.
Cercanos al ecuador de la noche, Pereza daba pasó a Super Hermanas, Llévame al baile y Beatles, con la que comenzaron con un tema de los propios Beatles, A Little help from my friends. Violento amor y Pienso en aquella tarde pusieron el punto de inflexión entre la comunión del grupo y el público que acabó por rendirse al rock de temas como Madrid, Lady Madrid y Margot.
Llegó Todo y Vista Alegre tembló, un clásico ya en la banda que embriaga al público de forma sobrenatural. Tras este vinieron Que parezca un accidente y Grupis, el final estaba por llegar. Dejaron el escenario, el público pedía enérgicamente un último bis, y cuando parecía que realmente ese era el final salieron ya sin camisetas y con la actitud más canalla, así son ellos, y nos regalaron Señor kiosquero y un apoteósico final como no podía ser menos con Superjunkies.
Leiva, una vez más dio las gracias por esta noche y todas las que la precedían “no os podéis imaginar lo eternamente agradecidos que os estamos por todos estos años, aquellos que en el 99 ya estaban en Siroco y los que hoy doce años después estáis aquí”. Nosotros por nuestra parte, le damos las gracias a ellos por dar música a infinidad de grandes momentos en nuestras vidas y por encontrar en sus letras el sentido a muchos otros. Volverán del mismo modo como se han despedido, por la puerta grande.
Isabel L. Marrupe
Estudiante de periodismo inconformista y algo soñadora. Construyo un mundo con pequeños detalles, donde la fotografía y las letras son los grandes protagonistas.
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