Hay dos cosas que llaman poderosamente la atención de Perfectos desconocidos. La primera es que se trata de un remake de la cinta italiana del mismo nombre del año ¡2016!. A ver, ¿es realmente lícito hacer una reversión de una película que apenas cuenta con un año de vida? No sé, es algo que me resulta muy chocante aunque es de suponer que los tejemanejes de las productoras (en este caso Tele5) se encuentran detrás de tal decisión.
Más allá de esto, lo segundo que sorprende es que, normalmente, las películas de Alex de la Iglesia adolecen de poseer una premisa llamativa que se desarrolla de manera brillante hasta que todo se rompe y la trama se desmelena. Esto, por repetición, parecía haberse convertido en una especie de marca personal del director. Aquí, en cambio, todo está medido y controlado posiblemente debido a que se trata de la adaptación de una obra ajena.
El planteamiento de «Perfectos Desconocidos» gira en torno a una cena de parejas amigas en la que se propone un juego: que todo el mundo deje sus móviles en el centro de la mesa y que, cada vez que uno suene, su dueño conteste a la llamada o lea en alto la notificación entrante. Esto, como adivinaréis, se convierte en una espiral de engaños, mentiras y enfrentamientos que pondrá a prueba la relación entre todos los personajes.
Pues bien, considero que la película está un punto por encima de la salvable El Bar (2017), gracias a un guion más coherente, más estable y mucho menos loco. Como digo, la irregularidad que suele acompañar al cine del director vasco es suprimida aquí gracias a una trama teatral que, aunque puede pecar de predecible en algunos momentos, avanza en una línea ascendente y uniforme. El tono general es de comedia negra, aunque el desarrollo ofrece momentos dramáticos además de introducir cierto componente fantástico que no desvelaré.
Por supuesto, vamos a encontrar unas cuantas escenas que resultan forzadas e inverosímiles, pero en esta ocasión la propia obra pide este tipo de excesos. Al fin y al cabo, sería muy extraño encontrar un humor plano en una película del director. La trama está bien llevada, bien ejecutada y bien culminada, aunque presenta un gran pero: le sobra el epílogo. Creo que si se hubiera prescindido de los últimos minutos, la película hubiera quedado bastante más redonda, pero finalmente se ha optado por lo más fácil para intentar complacer al público mayoritario.
Del reparto hay que quedarse con el trabajo de Ernesto Alterio, cuyo personaje causa una doble impresión, beneficiándose de la innata vis cómica del actor pero al mismo tiempo inquietando al espectador debido a los matices oscuros que presenta. Además, la sobriedad de Eduard Fernández siempre es agradecida, y está bien secundada por la presencia de un Pepón Nieto bastante más comedido de lo habitual. El resto, en general, cumple bastante bien (unos mejores que otros).
Tal vez estemos ante una “evolución” en el cine de Alex De la Iglesia, al que parece haberle sentado bastante bien coger un guion ajeno y dedicarse exclusivamente a dirigir. Contra todo pronóstico, «Perfectos desconocidos» ha terminado siendo una agradable y divertida sorpresa que no dudo en recomendar.