Fuerza y violencia para conseguirlo
La noche del 6 De Diciembre de 1941, los Watanabe, una familia japonesa formada por cuatro miembros, aparecen muertos, supuestamente tras haber llevado a cabo el ritual del Seppuku, el suicidio ceremonial. pero hay otros indicios que apuntan al asesinato.Las investigaciones que pretenden desentrañar estas misteriosas muertes son el hilo conductor alrededor del cual, se irán desarrollando numerosas tramas y subtramas con muy diversos protagonistas, y se nos propondrá un brillante y singular fresco de una época.
Entre las numerosas historias que componen la novela, son de destacar los conflictos profesionales de los policías Dudley Smith y William Parker, para los que conocer la verdad que encierra el enigmático episodio de la muerte de los japoneses no tiene más interés que el de cuerpear con sus contricantes, en busca del poder en el Departamento de Policía de Los Ángeles. Ambos personajes, muy distintos en su personalidad, se nos proponrán con una fuerza y violencia implacables en el deseo de conseguir sus metas.
un auténtico campo minado de racismo y estupidez
El diario de Kay Lake, personaje que ya conocimos en L. A. Confidencial, es otro hilo que va guiando los a veces dispersos pasos que la trama va dando, y nos muestran un personaje intenso, con unas ambiciones y motivaciones que nos dejan impresionados por su vehemencia y aparente contradicción, pero llenos de fuerza y vitalidad, que la convierten según su autor, seguramente en el personaje más interesante de la novela.
Pero en esta relación no podemos olvidar las tristes peripecias del forense Hideo Ashida, que debido a sus ancestros nipones, tendrá que moverse en un auténtico campo minado de racismo y estupidez, desatados por la brutal entrada del imperio japonés en la II Guerra Mundial. Su triste peripecia nos relata las difíciles circunstancias por las que debieron pasar los norteamericanos de origen japonés en los primeros días de la intervención norteamericana en la guerra.
Alrededor de estos cuatro personajes se nos muestran otras múltiples historias que complementan las troncales y que enriquecen una trama ya llena de una vehemente y desaforada vitalidad. Así podemos destacar la rivalidad de los policías Lee Blanchard y Scotty Bennet por una mujer, o la siempre enigmática presencia del chino Ace Kwan.
Pero no podemos dejar de lado la presencia, y no meramente decorativa, de numerosos personajes reales, (el mismo William Parker fue realmente un importante policía en Los Ángeles), como el coqueto y rijoso arzobispo católico J. J. Cantwell, el muy viciado productor Harry Cohn, el singular exjefe de la policía James Edgar «dos pistolas»: Davis, algunos miembros del clan Kennedy o la sombra del mafioso Benjamin , «bugsy« Siegel. Pero la intervención más importante y fundamental es la de una Bette Davis deslumbrante, arrolladora, y más mujer fatal que en ninguno de sus grandes personajes cinematográficos.
De paso se hace un minucioso e implacable documental de múltiples contextos sociales, desde los miembros del equipo de tiro Hearst, formado por miembros del Ku-Klux-Klan, y que rondaban en buena parte de las acciones policiales, los numerosos grupúsculos fascistas y antisemitas que nunca estuvieron lejos del poder municipal y estatal, o el implacable retrato de los que podríamos llamar los Miembros de la gauche divine de Los Angeles, que son sometidos a un vitriólico escrutinio.
Hay que destacar el papel fundamental que la vida en la propia ciudad de Los Ángeles tiene en la novela. Se nos muestra una ciudad vehemente, tramposa, viciada e hipócrita hasta la náusea, que por un lado repele, pero que atrae con una fuerza que va más allá de nuestro presunto raciocinio moral, atrapándonos con sus seductoras mujeres, sus excesos y con una forma resuelta y exagerada de vivir tanto en el vicio como en la gloria.
Como en otras novelas de Ellroy, la investigación criminal está plagada de corrupción, abusos, violencia y crueldad gratuitas y un afrontamiento hipócrita y falsario de eso que se da en llamar espíritu cívico de las fuerzas policiales, que parecen haber olvidado aquello de “servir y proteger”. Y como además e nos habla de un momento muy concreto de la historia, los primeros días de la entrada de los EE.UU. en laguerra, se nos muestra como en la mayoría de los casos, todo el presunto heroísmo, vociferado hasta la ronquera, encubría una rapacidad por parte de los poderes públicos, que dejan como chistes lo que habitualmente nos cuentan los periódicos.
Y como no podía ser menos, el estilo es impactante, cortante, con cambios de giro tanto espaciales como temporales, que nos empujan a un presunto torbellino, que sí tiene un final esclarecedor, pero de una forma y por unos motivos, bien distintos a los que podríamos suponer.
Perfidia resulta la primera entrega de un nuevo cuarteto de Los Ángeles, como precuela de ese grupo de novelas, que auparon al Olimpo del género a su autor, y en la que encontramos a numerosos personajes de dicha serie, sólo que unos años más jóvenes, y arrastrados por el huracán que la II Guerra Mundial, significó para toda una generación.
Tras todo lo dicho, se pueden imaginar que les espera una novela vibrante, vehemente hasta la náusea, que nos va impactando con sus realísimas historias, que nos ponen delante de los morros lo mejor y lo peor de nuestra condición de seres humanos, pero que no permite desengancharnos de su extensa (casi 800 páginas) pero emriagadora lectura. ¡Dejen lo que estén leyendo, aparten la pila de pendientes! ¡Buceen en esta historia al ritmo de la canción que le da título! Ha vuelto el más espectacular Ellroy. Una lectura que ni aburre, ni deja indiferentes.
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José María Sánchez Pardo