Tras dos semanas ausente, hoy, he vuelto a la jungla de las letras. Durante este paréntesis, he reflexionado sobre la función del Rincón en la sociedad del presente. He analizado el histórico de visitas, entradas más leídas y comentarios de lectores. Después de casi una década en la red, el blog sigue en pie. Y sigue en pie, como les digo, ante un modelo mediático ideologizado, predecible y aburrido. Durante esta década, como saben, he defendido el pensamiento independiente. He puesto en valor la "mente fuerte", aquella que opina sin el propósito de agradar a los demás. Y aquella que "ajena a la militancia partidista"; analiza y opina sobre la actualidad de una manera valiente y transversal. Aún así, el blog no ha conseguido los objetivos propuestos. No ha conseguido una masa lectora mínima que le permita extender su mensaje más allá de lo permitido. Y no ha conseguido, por desgracia, que la crítica se consolide como género periodístico.
La crítica sería el último nivel de la sociedad madura. Y ese nivel, queridísimos lectores, todavía - en este país - no lo hemos alcanzado. El rifirrafe entre Vicente Vallés y Pablo Iglesias, por ejemplo, pone en evidencia nuestra inmadurez crítica. El periodismo español se ha convertido en un propagandista acomodado. En un conversor de notas de prensa en noticias afines al filtro editorial. Ese conversor de información, alienado por sus lectores, observa y trata la actualidad con miedo. Miedo ante la censura de sus superiores y miedo, mucho miedo, ante el éxodo de lectores. Esta manera de hacer periodismo, negada por algunos colegios profesionales, y contrastada, sin embargo, por la realidad, deriva en la intolerancia lectora. Intolerancia a oír aquello que le molesta. E intolerancia a leer aquello que va en contra de sus ideologías. Por ello, este blog avanza dos pasos y retrocede tres. Avanza cuando sigue una línea editorial estricta y retrocede cuando, por las circunstancias del momento, arroja piedras contra su propio tejado.
En este país no abunda el periodismo crítico. Una mayoría de la sociedad no comprende que la crítica sea algo transversal. Y una mayoría se lleva las manos a la cabeza cuando ciertas voces, críticas, transgreden las líneas rojas de la división de poderes. Todavía, en pleno siglo XXI, existen intocables. Intocables, o "vacas sagradas", que sacan los dientes ante cualquier mensaje irónico o satírico que atente contra ellos. Por ello, la prensa pierde fuelle. Y pierde fuelle porque no es periodismo sino propaganda lo que abunda en sus pergaminos. Pergaminos patrocinados por élites burguesas. Y pergaminos determinados, en su mayoría, por cuotas de mercados ideologizadas. Este modelo mediático deriva en las "dos Españas". Deriva en confrontación social, intransigencia y crítica destructiva. Y ello se manifiesta, cada día más, en las redes sociales. Las redes son el espejo de nuestra cultura acrítica. Reflejan, la verdad sea dicha, nuestra cultura bipolar. Una cultura de rojos y azules. De nobles y plebeyos. Y de cuñados, pablistas y vicentes.