Como cuento en la publicación de ayer me llamaron del programa Asuntos propios y ellos me dieron la noticia para por la tarde entrevistarme. Agradezco a este programa que me haya considerado referente en este tema pues ya me ha entrevistado por lo mismo o similar en numerosas ocasiones. Luego, a última hora de la tarde, salí con la bici a recorrer algunos caminos serranos como hago muchos días y entre curvas y roquedales me pareció paradójico que ayer la entrevistadora comenzase diciéndome que después de conocer esta noticia a mí me quedarían ganas de decir “ya os lo dije”.
Le contesté que bueno, que fuimos muchos quienes publicamos durante los meses duros de supuesta pandemia lo que se escondía detrás. Pero digo paradójico porque en una de las primeras entrevistas que me hicieron en el programa, una colaboradora que entrevista en TVE a políticos de primera fila y modera debates con los principales directores de medios de comunicación españoles, intervino para decirme que no se podía creer en teorías de la conspiración por hablar de lo que había detrás de la gripe A.
Como saben este “razonamiento” es el preferido hoy para intentar deslegitimar cualquier discurso que se salga de lo establecido. No sé si esta periodista es de copia-y-pega, como escribe Manuel en un comentario a la noticia de ayer, o de simple mala intención (a veces me planteo si estas personas no responden a otros oscuros intereses o es que estudiar en el CEU y desarrollar su carrera en una línea super-ultra-extra-oficial les ha alejado de la realidad).
Hoy es una de las bocas que por vergüenza no deberían hablar. Los medios de comunicación fueron decisivos para expandir el miedo entre la población y cuando ésta comenzó a tener claro qué es lo que estaba ocurriendo, cómo todo era un montaje de laboratorios, Organización Mundial de la Salud y gobiernos y políticos seguidistas, algunos se apuntaron al carro y otros miraron para otra parte. Fueron pocos los que trabajaron a favor de la ciudadanía (el activismo en internet fue fundamental para desmontar el bluff.
Está sucediendo con los grandes temas que afectan a la salud de las personas (y a su economía y a la vida política y a la ecología). Los medios, en general, se postulan como valedores de los intereses de los poderosos. Esto es justo lo contrario de lo que ha de ser el periodismo y lo que estudiamos en la facultades de idem. En buena medida esta relación perversa está producida porque la financiación de los medios viene precisamente de los poderes económicos y políticos que están produciendo daños medioambientales, sociales, laborales, económicos, ecológicos o en la salud de la población, aquellos que deberían ser investigados y sobre los que habría que publicar.
Hace unos meses un abogado, con mucha experiencia en temas sanitarios, me contó que una persona de enorme relevancia en un partido de enorme relevancia en nuestro país fue (a tenor de lo que contaban los periodistas que la vieron por sus redacciones) visitando medios de comunicación importantes de este país pidiendo que se dedicara espacio a la pandemia. Azuzaba así el marketing del miedo. Es una persona con muy buenas relaciones con un miembro de su partido que después de estar en un gobierno regional pasó a una de las multinacionales farmacéuticas que vendieron antivirales a mansalva a los gobiernos, español incluido, claro.
Cuando ayer yo escribía sobre que Trinidad Jiménez ha de explicar por qué las comunidades autónomas deben pagar unas vacunas que no han utilizado si ella decía que había comprometido a los laboratorios en su “reciclaje”, tenía en la cabeza algo que también me contó este abogado. Resulta que él, como tiene ciertas confianzas con algunos laboratorios, tuvo acceso al contrato que uno de ellos firmó con el Ministerio de Sanidad. Pues bien leyó más de veinte cláusulas que allí había y dijo que no ponía en ninguna parte que al menos este laboratorio debería hacerse cargo de las vacunas sobrantes tras la campaña contra la gripe A. ¿Estos contratos son públicos?
Más info: En el libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009)