Revista Cultura y Ocio

Periodismo de lamentos y quejas

Publicado el 27 noviembre 2014 por Noblejas

Como cada tercer jueves de noviembre, hoy celebran en Usa el día de acción de gracias. Costumbre tomada de los pobladores originales de aquellos territorios, para dar gracias a Dios por los bienes recibidos durante el año.

Se han convertido en nuestros tiempos en una ocasión para reunirse juntas las generaciones de la familia: cuentan mucho los padres y los abuelos. Distinta de la fiesta familiar de Navidad, más íntima para cada generación.

De todas maneras, resulta esta vez llamativo el carácter de lamento quejoso del periodismo político, que no encuentra razones para dar gracias en general y menos dirigiendo esas gracias a Dios. La viñeta de Sipress es todo un triste homenaje al asunto:

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Y esto no sucede sólo en el New Yorker o en otros medios Usa. 

Se diría, por lo que se ve en los medios de casi todo el mundo, y no digamos en los españoles, que hemos caído y vivimos casi entregados a la fatalidad, en una especie de territorio Mordor, sombrío y sin mucho ápice de esperanza y desde luego sin grandes ánimos de riesgos y aventuras. 

Predomina el periodismo político de lamentos y quejas, cuando no el sarcástico o el cínico o el envidioso soterrado, o el que parece gozarse en el mal, en señalar y hurgar en las heridas ajenas, sin el menor asomo de esperanza u optimismo, cosas que se entienden como propias de ingenuos iletrados e indocumentados.

Como si así, por contraste y por arte de magia, siendo lamentoso y quejoso y sin alegría, uno resultara parecer bueno, realista e incluso optimista...

El optimismo, como bien decía Leonardo Polo, viejo amigo recordado al ver la viñeta y pensar en lo aquí escrito sobre el periodismo, es otra cosa, que siempre tiene que ver con las exigencias de la libertad y la esperanza: "es verdaderamente optimista el que acepta que el hombre definitivamente no vive en el mejor de los mundos posibles y que tampoco es todo lo bueno que puede llegar a ser él mismo".  

En todo caso, se diría que la última portada del New Yorker bien puede interpretarse, también, así, como una feliz confluencia de lo viejo y lo nuevo, siempre con algunos pesares que pueden tomar otro sentido cuando hay que celebrar la vida con optimismo.

Happy thanksgiving day:

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