Numerosos periodistas le llaman ahora inmoral a su colega Antoni Alemany, condenado a tres años de cárcel por cobrar los discursos que le escribía a Jaume Matas, el expresidente de Baleares y exministro de Aznar también culpable de corrupción.
Sus arengas las presentaba después como muestras de gran oratoria en “El Mundo”, del que era Delegado en las islas.
Alemany fue una firma prestigiosas durante la Transición, y lo mismo que muchos periodistas y políticos, cayó después en la locura iniciada alrededor de 1985 según la cuál quien no se hiciera rico era bobo e incompetente.
En estos últimos 27 años numerosos periodistas se volvieron serviles, como Alemany.
Ahora hay bastantes que lo denuncian como inmoral, mientras ellos y sus empresas participan también en ese negocio de cobrar por escribir alabando a algún político, partido u organismo público: ya tantean a Rajoy.
Una sola prueba de esta amplia corrupción que no quiere verse es la de la fabricación de José Luis Rodríguez Zapatero como hombre de Estado, mente privilegiada y líder clarividente.
Sus ingenuos juegos de palabras y ocurrencias se presentaban en algunos medios como muestras de una sabiduría única en el planeta.
Callaban su torpeza e ignorancia de la economía y de las políticas nacional e internacional, y alababan sus donaciones estrafalarias, casi siempre relacionadas con el sexo, a rarísimas tribus africanas, o la implantación ideológica, masiva e irreflexiva, de energías futuristas que ya no podemos pagar y que nos devuelven a la pobreza.
Como el de Alemany, era un periodismo servil que le facilitaba un guion que le permitía creer en su propia genialidad.
A cambio, Zapatero y los suyos concedían enormes sinecuras: cadenas de televisión, publicidad, exclusivas periodísticas.
Convirtieron a un bobalicón en un gran hombre hasta que se desmoronó, y ahora pasaremos años de paro y angustias.
Él se va a dar conferencias a la Venezuela chavista, construida con similar maquinaria servil: debería acompañarlo Matas.
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SALAS