El romanticismo del espionaje parecía haber desaparecido con la URSS. Pero continúa con agentes intoxicadores de periodistas, a los que conquistan estableciendo relaciones amorosas.
Su influencia aparece en las informaciones de quienes caen en alguna de las redes, según el “Análisis de Objetividad” que elabora el Departamento de Estudios de Conflictos de la Universidad de Londres.
Destacan las manipulaciones sobre el problema Israel-Palestina. Descartando a los de origen o de intereses israelíes o árabes, se observó que muchos periodistas informan parcialmente en lugar de ser neutros.
No describen: juzgan; lo que unos califican de “asesinato” para otros es “autodefensa”, y los verdugos para unos son víctimas para otros. Los periodistas y sus medios justifican el uso de adjetivos, pero no razonan la parcialidad subyacente en el mensaje.
Los analistas se preguntaban por qué distintos profesionales que describían los mismos hechos daban versiones tan desiguales y desequilibradas. Los/las periodistas analizados, aunque de diferentes nacionalidades, tenían similar educación, mentalidad y experiencia.
Estudiaron entonces si una veintena de corresponsales aparentemente parciales obedecían a razones pasionales.
Tras realizar una encuesta contestada por los observados—los elaboradores les prometieron mantener en secreto sus nombres y orígenes--, confirmaron que muchos/as informaban siguiendo sus sentimientos personales.
Los principales: amor y sexo, que predisponen a la parcialidad en favor de lo que el/la amante espía quiere transmitir.
Y es que, hasta en el periodismo, todo es del color del amor con que se mira.