Según muchos artículos que leído el periodismo ha muerto, pero creo que sería mejor decir que al periodismo le han matado, le han asesinado y acorralado.
La frase del título puede tener diferentes perspectivas. Puede ser una profesión de riesgo porque te puedes quedar sin trabajo fácilmente, porque te persigan por destapar una información que ciertos gobiernos no quieren que el mundo sepa, o simplemente porque leyes de los gobiernos o normas propias de las empresas no te permitan dar la información que quieres dar.
La primera de las perspectivas de por qué el periodismo es una profesión de riesgo es: el paro en el sector periodístico. Según la Asociación de la Prensa de Madrid “es cierto que las condiciones concretas de los profesionales, según recoge la encuesta de este año, muestran una cierta estabilidad respecto a los ejercicios anteriores, no lo es menos que, como consecuencia de la crisis económica, se situaron en unos niveles de deterioro que aún se mantienen». Como bien dice, la situación de paro en el sector periodístico ha mejorado, pero aun así las condiciones laborales no son nada favorables. Como en muchas profesiones, la vida laboral de los periodistas empieza con un contrato en prácticas, la diferencia de las prácticas de periodismo con la de otras carreras es que en la mayoría de los casos no se deja de ser becario hasta casi los treinta años, cobrando un sueldo (si se cobra) mínimo que ni si quiera da para mantener unas necesidades básicas.
Otra de las facetas del riesgo que tiene esta profesión es la persecución, incluso llegando al asesinato de periodistas por destapar información “clasificada” o “secreta”. Según las cifras de Reporteros sin Fronteras, en el 2018 murieron 66 periodistas (en el ejercicio de su trabajo), 13 fueron asesinados, y murieron 5 colaboradores (también en el ejercicio de su trabajo). Desde el 2013, hasta la fecha de hoy hay 167 periodistas encarcelados, 152 periodistas ciudadanos encarcelados y 16 colaboradores encarcelados. México, Nicaragua, China, Arabia Saudí, Hungría, Siria, Turquía o Venezuela son algunos de los agujeros negros. No es necesario remontarnos muy atrás para poner un ejemplo de un periodista perseguido hasta la saciedad por revelar información supuestamente secreta, pero que no debería de serlo. Tan perseguido que lleva casi 10 años viviendo en la embajada ecuatoriana en Londres. Hablo de Julian Assange, ese gran héroe que nos desveló al mundo, jugándose la vida, una información que no nos querían contar.
Y el tercer motivo por el cual podemos decir que el periodismo es una profesión de riesgo es las dificultades que nos ponen por el camino, las pegas, las leyes que nos cohíben y prácticamente nos anulan uno de nuestros supuestos pilares: contar aquello que no quieren que la sociedad sepa. Según el ranking de la libertad de prensa en el mundo elaborado por Reporteros sin Fronteras, España se encuentra en el puesto 31 de 180, dos por debajo que en 2017. En el primer puesto se encuentra Noruega, y en el último Corea del Norte.
También contamos con datos del índice de censura que elabora el European Centre for Press and Media Freedom (ECPMF), en el cual solo en España cuentan con 182 informes
contrastados,e incluyen hasta 28 ataques físicos, cinco detenciones, 26 apercibimientos legales, 31 casos de intimidación a informadores y 21 bloqueos informativos.
Por ejemplo, a finales del 2018, se les requiso los móviles y ordenadores a dos periodistas que llevaban el caso Cursach, una trama de corrupción con escenario en Palma de Mallorca.
Volviendo al principio, ¿el periodismo ha muerto? Parece ser que está muriendo, por lo menos el periodismo real. Algunos periodistas se excusan echando la culpa a los gobiernos por aprobar la Ley Mordaza, y a los lectores por no hacer lecturas críticas, otros a las tecnologías y a la sobreinformación que sufrimos cada día. Pero ninguno se replantea que también han formado parte de esa muerte del periodismo, que lo han dejado morir a manos de la sociedad, del gobierno o de las tecnologías.
Si no luchamos nosotros por una información contrastada, por una información libre, ¿Quién lo va a hacer? ¿Los mismos que nos encarcelan, o nos matan? ¿La sociedad alienada? ¿O los empresarios para los que trabajamos que solo ven el símbolo del euro en nosotros?