El periodista saudita Jamal Khashoggi, asesinado en octubre del año pasado, fue incinerado en un horno subterráneo construido en la residencia en Estambul que pertenece al cónsul general de Arabia Saudita, Mohammad al Otaibi.
Así lo indican los datos de un documental publicado por la cadena de televisión Al Yazira y replicados por diversos medios internacionales.
Supuestamente, el cónsul ordenó que el horno debía construirse profundo y con capacidad de soportar temperaturas superiores a los mil grados centígrados.
En el consulado, donde había restos de sangre del periodista, la evidencia también fue cubierta pintando las paredes. Sin embargo, los rastros fueron descubiertos por un equipo de forenses.
Según la cadena de noticias qatarí, el periodista habría sido descuartizado y sus restos trasladados en bolsas por cientos de kilómetros de distancia para ser cremados por un período de tres días en un horno que temperaturas tan altas como para derretir metal y destruir restos de ADN.
Khashoggi era columnista en The Washington Post y vivía exiliado en Estados Unidos. Ingresó al consulado de Arabia Saudita en Estambul para recoger unos documentos que necesitaba para casarse con su prometida y desapareció el 2 de octubre.
La Agencia de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) dispone de una grabación que implica directamente al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, en el asesinato del periodista disidente.
El gobierno Saudí reconoció el crimen contra el periodista. Once personas fueron acusadas por el caso.