Cuando la intencionalidad se convierte en la noticia, el periodismo se transforma en un instrumento servil y manipulador que no ofrece a la sociedad servicio alguno, sólo a los poderes que alimentan al plumilla. La noticia siempre debería ser el tratamiento correcto de los hechos con la máxima objetividad posible. Cuando esto no sucede, la información pasa a ser manipulación al servicio de intereses opacos y el periodista un lacayo de los mismos.
Viene a cuento esta reflexión de un artículo aparecido en el boletín oficial del PP diario La Razón titulado “El “paraíso” de las empresas municipales”, donde la intención de alguien llamado M. González Q. es descaradamente latente ya desde el antetítulo. El articulista pretende hacer en él una enumeración de los “privilegios” que conlleva trabajar en una empresa municipal de Sevilla y plantea una serie de datos sesgados e incorrectos de diferentes compañías dependientes del Ayuntamiento.
En lo relativo a Tussam, al menos, se luce y se le ven claramente las intenciones: crear un estado de opinión contrario al estatus de quienes en ella trabajan a base de desinformar y manipular descaradamente la información. El objetivo no es otro que deslegitimar convenios colectivos perfectamente legales que han costado años de luchas y negociaciones donde, como en botica, ha habido de todo.
Lo más curioso de todo es que quien escribe tal apología de la mentira demuestra ser un total desconocedor de la legislación laboral vigente. Se extraña el ínclito junta palabras que el convenio de la empresa municipal recoja que “todo exceso sobre la jornada laboral se abona como horas extraordinarias”, cuando así lo estipula el Estatuto de lo Trabajadores, una ley orgánica por cierto. Lo mismo ocurre con la sorpresa de que se faciliten permisos por estudios o que existan los llamados días por asuntos propios y el descanso intermedio. No sé cómo no ha pedido la revocación ipso facto de los permisos de lactancia.
Incluso levanta su asombro el hecho de que los días señalados del año, esos en los que no trabaja casi nadie, tengan una compensación especial para quien sí tiene la obligación de hacerlo a causa del servicio público que presta. Lo que de verdad causa extrañeza es que no clame al cielo porque se nos paga un salario por hacer lo que hacemos. Está claro que, en su opinión, nada como el convenio colectivo que regulaba las relaciones laborales en las galeras.
Y lo más curioso de todo; ninguna mención a los astronómicos salarios de los directivos y sus privilegios ancestrales, tales como blindajes de contratos por cantidades millonarias y demás barbaridades que esta empresa ha tenido que soportar desde hace lustros. Aquí se ha llevado un gerente cobrando siete años un sueldo 30.000 euros por encima del del presidente del Gobierno y ni una sola mención. Del elenco de directivos que sobrepasan con creces los 60.000 euros al año chitón. Para qué, ésos no son privilegiados.
Una empresa que ha tenido que soportar con cargo a sus cuentas el sobrepeso de las actuaciones inasumibles de una cantidad desmesurada de golfos apandadores que la han situado al borde de la quiebra y al periodista no le merece ni una sola llamada de atención. Pero, sin embargo, es un “privilegio” que sonroja que un trabajador cobre algo más de 27.000 euros al año. Extraordinario ejemplo de profesionalidad la suya.
A este paso, no me extrañaría que en el próximo artículo que le dedique al tema exija la reinstauración del derecho de pernada, con dos cojones. Lo mismo es que ejerce de periodista sólo por el bocadillo del mediodía.