Periodo HeianTemplo Byodo-inEl templo Byodo-in está situado en Uji (cerca de Kioto) y es un edificio budista dedicado al buda Amida (nombre japonés de Amitabha) que fue terminado en el año 1053, durante el gobierno de Fujiwara Yorimichi.
Periodo Heian, época de la historia de Japón que abarca desde el establecimiento de la nueva capital imperial en Heian-kyo (en la actualidad, Kioto), en el 794 —acontecimiento que puso fin al periodo Nara—, hasta el triunfo militar de Minamoto Yoritomo en 1185, con el que se inició el periodo Kamakura. La era Heian fue una etapa predominantemente pacífica, considerada en épocas posteriores como la era clásica de la historia de Japón, en la que se desarrolló una sofisticada cultura. Oficialmente, el poder del emperador era absoluto; sin embargo, en la práctica, eran las poderosas familias de la aristocracia, concretamente los Fujiwara y otros grupos influyentes, quienes controlaban el gobierno. A pesar de que fue un periodo de paz, el régimen establecido favoreció la aparición de los clanes militares de las provincias (los daimios y sus seguidores, los samuráis), fenómeno que finalmente provocó una cruenta guerra civil.
2 EL SISTEMA POLÍTICO HEIAN
El periodo Heian se inició cuando el emperador Kammu (781-806) fundó una nueva capital, Heian-kyo (‘Capital de la Paz y la Tranquilidad’), en el 794. Esta ciudad se erigió según el modelo chino de estructura en cuadrícula, similar al de Chang’an (en la actualidad Xi’an), capital de la dinastía Tang. El Emperador decidió abandonar Nara para alejarse de la influencia del poderoso clero budista y de las distintas facciones de la corte, y buscó un nuevo emplazamiento para la capital en el 784; no obstante, ésta volvió a trasladarse diez años después. La historia política Heian puede dividirse en los siguientes periodos: la primera época, que se extiende desde el 794 hasta el 894; el periodo medio o el Heian Fujiwara, que abarca desde la ruptura de las relaciones con China en el 894 hasta el 1068; el auge del gobierno insei (llamado ‘gobierno enclaustrado’ porque los emperadores vivían apartados del poder), que se inició con el ascenso de Go-Sanjo, el primer emperador en un siglo cuya madre no pertenecía a la familia Fujiwara; y, por último, las tres décadas en las que aumentó el poder de los daimios, desde los tumultos Hogen, de 1156, hasta el 1185. Durante este tiempo, Japón era gobernado, en principio, de acuerdo con la Constitución de inspiración china ritsu-ryo, implantada por el emperador Tenchi Tenno durante la reforma Taika del 645 y 646. Sin embargo, la práctica política fue alejándose cada vez más de este modelo, muchas de cuyas normas jamás llegaron a arraigar en Japón, y el sistema llegó a su fin en 1185.2.1 El debilitamiento del poder imperial
Los comienzos del primer periodo, que abarca desde la fundación de Heian-kyo en el 794 hasta el fin de las embajadas en China en el 894, estuvieron marcados por el dominio de la Casa imperial, pero el poder efectivo fue recayendo progresivamente en la familia Fujiwara. El emperador Kammu, que había ordenado el traslado de la capital a Heian-kyo, reformó la administración y redujo la influencia del clero budista en la política. Fue el más activo y poderoso emperador que había reinado en Japón en varios siglos, pero había ascendido al trono gracias a su suegro, un miembro de la familia Fujiwara, por lo que ésta intentó posteriormente aumentar su influjo sobre la casa imperial.En el 857, Fujiwara Yoshifusa (804-872), que había contraído matrimonio con un miembro de la familia imperial y había organizado unas nupcias similares para su hermana, fue nombrado gran ministro de Estado, un cargo de relevancia que había permanecido vacante durante mucho tiempo. En el 858, consiguió que su nieto ascendiera al trono —el emperador Seiwa— y él mismo fue nombrado sessho (‘regente’), el primero de la historia de Japón que no pertenecía a la dinastía imperial. Su sobrino, Fujiwara Mototsune (836-891), después de servir como regente, pasó a ser el primer kampaku (‘canciller’) en el 884, y otorgó plenos poderes de regencia a su tío incluso cuando el Emperador se hallara en edad de gobernar. El emperador Uda (867-931, emperador desde el 887 hasta el 897), que no tenía lazos de sangre con los Fujiwara, intentó acaparar el poder prescindiendo del cargo de kampaku tras la muerte de Mototsune (891), y sirviéndose de consejeros de la corte menos poderosos. Uno de éstos fue Sugawara Michizane, gobernador provincial y estudioso del confucianismo chino, que decidió poner fin al envío de embajadas a China en el 894 debido al caos que produjo la caída de la dinastía Tang.La familia Fujiwara no tardó en consolidar definitivamente su posición cuando se inició en Japón la etapa aislacionista. Uda abdicó en el 897 en favor del emperador Daigo (885-930, emperador desde el 897 hasta el 930), que también gobernó sin nombrar kampaku. Éste intentó revitalizar el código ritsu-ryo, realizó nuevas compilaciones de los procedimientos burocráticos y fue un gran mecenas del arte y la literatura. Las generaciones posteriores consideraron su reinado como una época dorada, pero el Emperador no consiguió poner cotas al poder de los Fujiwara. En el 899, la corte imperial consiguió que Michizane fuera nombrado para desempeñar el segundo cargo más importante del gobierno, pero se vio obligada a aceptar que Fujiwara Tokihira pasara a ejercer un puesto político similar. Al cabo de dos años, Tokihira acusó de traición a Michizane y le forzó a exiliarse en Kyūshū, donde falleció en el 903. De este modo, el dominio de los Fujiwara pasó a ser completo.La posición de Michizane como sabio del confucianismo era relevante, puesto que él representaba la última esperanza de mantener un sistema de gobierno similar al de China —basado en el poder del emperador, asesorado por los mandarines confucianos—, implantado originalmente en Japón tras las reformas Taika. Después de su destitución, la tradición aristocrática japonesa triunfó sobre las reformas procedentes del exterior. El problema consistía en que la familia imperial, a pesar de ser en sus orígenes una dinastía de la aristocracia, había perdido la capacidad para actuar de forma independiente; por este motivo, cuando surgieron nuevos focos de poder al margen del sistema burocrático, se encontraron en desventaja ante las familias influyentes. Se había decretado que las ramas secundarias de la dinastía imperial, como los clanes militares de los Taira y los Minamoto, no tuvieran derechos de sucesión al trono para evitar un excesivo número de príncipes. Por este motivo, evolucionaron como familias independientes una vez que quedaron apartadas del aparato estatal.2.2 El Japón Fujiwara
El sucesor de Tokihira, Fujiwara Tadahira (880-949), fue nombrado kampaku en el 930 y, desde el 967, la familia conservó este puesto prácticamente sin interrupción hasta casi el final del periodo Heian. Los miembros de la familia Fujiwara ocupaban los altos cargos y dirigían el gobierno, en tanto que sus hijas contraían matrimonio con los sucesivos emperadores, lo que les permitía mantener a la dinastía imperial bajo su tutela. Los Fujiwara y otras grandes familias concedieron títulos a sus consejeros particulares y a sus súbditos de provincias, de modo que éstos pasaron a ser vasallos supeditados a sus señores por los vínculos de la lealtad feudal: estas obligaciones se convirtieron en la base del poder de las grandes familias en las provincias. Tan consolidada era la posición de Fujiwara Michinaga, quien representó la cima del poder Fujiwara después de alcanzar el puesto de jefe de su clan en el 995, que no mostró interés alguno en ser nombrado kampaku: el grupo constituido por sus funcionarios particulares (mandokoro) se encargaba de todos los asuntos de Estado importantes y sus hijas contrajeron matrimonio con los sucesivos emperadores.Un factor fundamental para el enriquecimiento de la familia Fujiwara y el colapso del sistema ritsu-ryo fue la aparición de las shoen (‘haciendas particulares’). Estas fincas surgieron a raíz de la pretendida distribución igualitaria de las tierras recogida en el sistema ritsu-ryo. Las tierras estatales asignadas originalmente a los altos funcionarios como fuente de ingresos tendieron a convertirse en posesiones hereditarias, al igual que los propios cargos oficiales; del mismo modo, los campesinos pasaron a ser los propietarios de las parcelas que se les concedían. A partir del 743, la labor de recuperación de tierras para el cultivo implicó el derecho a apropiarse de éstas (la palabra shoen se refería originariamente al almacén para un proyecto de rescate de terrenos), y este nuevo criterio de propiedad fue contraproducente para el objetivo original del ritsu-ryo, que la propiedad de las tierras recayera exclusivamente en el Estado. Las primeras shoen eran en su mayoría terrenos que se habían acondicionado para el cultivo, pero, con el tiempo, pasaron a ser posesiones particulares. Asimismo, quedaron exentos progresivamente de las obligaciones del ritsu-ryo con respecto al pago de impuestos y la mano de obra obligatoria, exenciones justificadas por el gasto y el trabajo necesarios para explotar las tierras. Los templos quedaron libres de tales cargas desde el primer momento en virtud de los códigos ritsu-ryo. Una vez establecidas, estas exenciones se fueron ampliando a medida que se recuperaron o adquirieron nuevas tierras.Desde el comienzo del siglo X, nuevas tierras quedaron fuera del dominio estatal según el principio de la encomienda. De acuerdo con esta práctica, los propietarios de haciendas transferían sus títulos legales a cortesanos o templos más poderosos; éstos actuaban como administradores, percibían un porcentaje fijo del rendimiento de la tierra y utilizaban su influencia política para conseguir o ampliar las exenciones sobre estos bienes (se trataba de derechos de usufructo, puesto que las haciendas, en teoría, seguían siendo propiedad del Estado). Las transacciones se realizaban a título particular, es decir, quedaban fuera del ámbito del sistema ritsu-ryo. Los nuevos propietarios nominales de las tierras podían pasar sus recién adquiridos títulos incluso a miembros de una clase social superior para consolidar la relación de lealtad feudal o para obtener mayor influencia política a costa de sus tierras. A nivel local, los campesinos no estaban obligados a pagar impuestos ni a trabajar como mano de obra forzosa. En lo que respecta a la situación de los administradores de las propiedades, cabe señalar que los funcionarios públicos no estaban autorizados a intervenir en sus asuntos; es más, a comienzos del siglo XI, no se les permitía la entrada en algunas haciendas, ni siquiera a la guardia imperial.No obstante, el auge del sistema shoen reflejaba el colapso de las autoridades provinciales. Mientras que los Fujiwara concentraban su poder en la capital, había nuevas fuerzas en movimiento en las provincias. Una gran parte del norte de Japón había sido ocupada anteriormente por tribus denominadas ezo —emparentadas quizás con los actuales ainus de Hokkaidō—, y la pacificación de estas regiones había requerido grandes campañas militares. La presencia militar en la zona estaba formada por varios grupos: las bandas de guerreros (los primeros samuráis), empleados por la nobleza y sus vasallos para proteger sus propiedades y dirimir las disputas locales, y por los poderosas clanes militares (los primeros daimios), a menudo líneas secundarias de la dinastía imperial o aristócratas que buscaban nuevas oportunidades fuera de la capital, donde el dominio de los Fujiwara era completo. Por este motivo, los levantamientos armados suponían una amenaza constante. Taira Masakado, un miembro de la dinastía imperial, y Fujiwara Sumitomo, un pirata renegado, se rebelaron en las regiones del este y el oeste de Japón respectivamente en la década del 930; la guerra de los Nueve años (1051-1062) y la posterior guerra de los Tres Años (1083-1087) dieron lugar a campañas de pacificación en las lejanas tierras septentrionales de Honshū que proporcionaron grandes conquistas territoriales a la familia Minamoto, descendientes del emperador Seiwa, al que Fujiwara Yoshifusa controlaba a su antojo. Estas rebeliones nunca supusieron una amenaza para la capital, pero desacreditaban a la autoridad principal y ofrecían a los clanes militares la posibilidad de resolver sus diferencias. Asimismo, las familias militares, capaces de proporcionar protección a la par que influencia política, ofrecían una tutela preferible a la de los Fujiwara como garantes del sistema shoen, quedando así minada la base de la riqueza Fujiwara.2.3 El gobierno de los emperadores retirados
El sucesor de Michinaga, Fujiwara Yorimichi (992-1074, sessho desde el 1016 hasta el 1068), gobernó siguiendo las pautas iniciadas por su padre e intentó concentrar todo el poder; sin embargo, la influencia de los Fujiwara comenzó a disminuir en las provincias, y lo mismo ocurrió en la capital debido a que, al no nacer más mujeres en la familia, no les resultaba posible emparentarlas con los herederos imperiales: en el 1068 fue coronado Go-Sanjo (1034-1073, emperador desde el 1068 hasta el 1072), el primero desde hacía un siglo cuya madre no era Fujiwara. Éste creó un nuevo cargo para supervisar la concesión de títulos y confiscar las posesiones no autorizadas, pero los Fujiwara le obligaron a abdicar por negarse a cooperar con ellos. Su hijo, el emperador Shirakawa (1053-1129, emperador desde el 1072 hasta el 1086) se benefició de una nueva estrategia política iniciada por Go-Sanjo, el sistema insei (‘gobierno enclaustrado’), gracias al cual, cuando un emperador había abdicado y tomado los votos monásticos budistas, conseguía conservar realmente el control político ejerciendo su influencia sobre el nuevo emperador, aún un niño, al igual que habían hecho los Fujiwara.Los emperadores Shirakawa, Toba (1103-1156, emperador desde 1107 hasta 1123) y Go-Shirakawa (1127-1192, emperador desde 1155 hasta 1158) gobernaron en esta situación durante 43, 27 y 34 años respectivamente. No intentaron revitalizar en modo alguno el sistema ritsu-ryo, reformar las instituciones políticas Heian o subyugar a los Fujiwara; antes bien, actuaron de acuerdo con las normas existentes para recuperar el poder y la riqueza de la casa imperial. Por otro lado, los planes de los Fujiwara se veían entorpecidos por las cada vez más frecuentes disputas entre las distintas ramas de la familia. Las restricciones impuestas por Go-Sanjo en 1069, consistentes en la anulación de las exenciones para muchas shoen, representaban no tanto un intento de eliminar el sistema como de ejercer un control sobre éste. Con esta innovación, la familia imperial pasó a ser la garante de numerosas propiedades en todo el Japón. Los emperadores, desde su retiro, respaldaron a los gobernadores provinciales nombrados para recaudar los impuestos públicos, destinados a enriquecer las arcas del Estado más que a reafirmar su poder. Sin embargo, el apoyo imperial a estos funcionarios con capacidad de decisión sobre las exenciones tributarias restó poder a familias de la corte tales como los Fujiwara, cuya influencia se basaba en las shoen. Shirakawa implantó un sistema de administración privado inspirado en el de los Fujiwara, y tanto él como sus sucesores recibieron numerosas shoen en régimen de encomienda (generalmente por poderes, para evitar el debilitamiento público del sistema ritsu-ryo); de este modo, hacia 1185, la Casa imperial volvía a ser la gran terrateniente de Japón.2.4 El final del periodo Heian
Armadura de Minamoto YoshitsuneArmadura que parece ser perteneció a Minamoto Yoshitsune (1159-1189).La última fase del periodo Heian comenzó cuando los políticos de la corte intervinieron en las rivalidades entre las familias militares. El clan Taira se benefició inicialmente del sistema insei aliándose con los emperadores, mientras que los Minamoto fueron fieles a sus señores tradicionales, los Fujiwara. Sin embargo, hacia 1155, tanto la familia imperial como los Fujiwara se hallaban divididos en facciones rivales y el ambicioso Emperador ‘retirado’ desafiaba el poder del nuevo emperador, Go-Shirakawa. En julio de 1156, se produjeron los disturbios de Hogen, en los que se enfrentaron guerreros de ambos bandos en Kioto. La sucesión de Go-Shirakawa estaba asegurada, pero su abdicación en 1158 no le proporcionó ningún poder adicional frente a la nueva fuerza de la familia Taira. En los disturbios de Heiji de 1159 y 1160, los Taira, liderados por Taira Kiyomori, rechazaron un ataque de los Minamoto y derrotaron totalmente a sus oponentes. Esta violencia era un fenómeno nuevo para la capital Heian, donde incluso el castigo corporal era prácticamente desconocido.La familia Taira ordenó incendiar los templos habitados por rebeldes, mandó al exilio a muchos cortesanos y, en términos generales, puede decirse que actuó de forma más implacable que ningún otro gobierno en varios siglos. Sin embargo, su atención fue absorbida por los asuntos de la capital y desatendieron la consolidación de su poder en las provincias. A pesar de los escasos efectivos militares de Kiyomori en provincias, consiguió ser admitido en los consejos de Estado. Llegó a ser el ministro con más poder en 1167 y repartió los principales cargos políticos entre sus familiares. Siguiendo el precedente de los Fujiwara, casó a su hija con el Emperador, y el hijo de ambos accedió al trono imperial en 1180. Trasladó la corte a sus propios dominios, pero pronto se vio obligado a restablecerla nuevamente en la capital. Durante este tiempo, Minamoto Yoritomo, su hermano Minamoto Yoshitsune y otros supervivientes del clan preparaban la revancha.El conflicto posterior, la Guerra Gempei (1180-1185), alcanzó su momento más crítico tras la muerte de Kiyomori en 1181, y concluyó con la aniquilación de los Taira en la batalla naval de Dannoura (1185). El final del periodo Heian lo marcó el triunfo de Yoritomo, que decidió permanecer en Kamakura en lugar de trasladarse a Heian-kyo. Introdujo un nuevo sistema de gobierno militar (el bakufu), que quedó institucionalizado en 1192, cuando fue nombrado primer sogún de Japón.
3 LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD HEIAN
Heian-kyo era la única gran urbe, y la escasa red de comunicaciones y la actitud altiva de los Fujiwara impidieron que su influencia arraigara en las zonas rurales. La mayoría de la población vivía en las haciendas shoen, que habían pasado a ser las unidades básicas de la organización local. Éstas constituían núcleos sociales y económicos cerrados, cada uno de las cuales fabricaba sus propias herramientas y materiales de trabajo, y en donde el escaso comercio existente consistía en mercancías específicas enviadas a los señores de la capital. El uso de dinero estaba prácticamente restringido a la capital y sus alrededores: la economía del país se basaba esencialmente en el trueque (las ropas y telas se empleaban como moneda en todo el país). Dado que las haciendas shoen estaban exentas del pago de impuestos y de obligaciones de mano de obra, la situación de sus arrendatarios era mucho más favorable que la de los campesinos de las tierras públicas; por este motivo, muchos de ellos se trasladaron a las shoen o ayudaron a instalarse a sus señores, lo que provocó la quiebra del sistema tributario imperial. A comienzos del siglo X, el gobierno intentó frenar este declive centrando el sistema fiscal en la tierra, en lugar de en los individuos, y recompensando a los gobernadores provinciales con una parte de los bienes recaudados. El sistema shoen continuó extendiéndose y, hacia 1185, afectaba a más de la mitad de la tierra cultivable de Japón.Las shoen eran la fuente de ingresos de la aristocracia, que en esta época era la clase social dominante en la vida política y cultural. Estaba formada por descendientes de los uji, grupos de clanes de distintas clases sociales que se habían constituido antes del periodo Heian (la familia imperial o el clan Yamato habían sido originariamente uno de los muchos uji); sin embargo, la creciente riqueza y complejidad de la sociedad Heian rompió los fuertes lazos que unían a los jefes uji y sus vasallos. La sociedad del Japón Heian se caracterizó por su elitismo. Los aristócratas despreciaban a las clases inferiores, incluso a los gobernadores provinciales y jefes militares que también tenían origen noble. Heian-kyo era el centro indiscutible de la sociedad, y la alta aristocracia (que quedaba reducida a la familia Fujiwara) raras veces abandonaba la ciudad, lo que favoreció el surgimiento de una cultura cerrada basada en el refinamiento. Concretamente, era habitual que las mujeres de alta cuna permanecieran recluidas en los feudos de la gran ciudad; no obstante, disfrutaban del mismo derecho a la propiedad que los hombres y de muchas otras libertades, entre las que no se incluía la sexual. La tradición japonesa establecía que, después del matrimonio, la mujer debía permanecer en la casa de sus padres durante algunos años, donde era visitada por su esposo; sin embargo, la poligamia era habitual entre los miembros de las clases superiores que podían permitírselo, y solía darse el caso de que las diversas esposas de los nobles estuvieran instaladas en distintas alas de la mansión de su cónyuge. Los hombres cultivaban el arte de la seducción; el envío de mensajes amorosos y las visitas nocturnas a las estancias de las mujeres formaban parte del extendido ritual del amor cortés.El resto de los miembros de la sociedad, a los que los aristócratas apenas sí consideraban como seres humanos, vivía en una jerarquía basada en el sistema agrícola. Los campesinos, el estadio inferior, disfrutaban de una calidad de vida ligeramente superior a la de periodos posteriores de la historia de Japón, a pesar de que la agricultura era aún muy primitiva: los habitantes de las shoen pagaban unos tributos muy reducidos y no se produjeron grandes guerras que perturbaran su vida. Los propietarios de tierras se vincularon a los representantes de los aristócratas a los que habían ofrecido sus tierras, de manera que se formó una doble clase social de hacendados. Las familias militares de las provincias, los descendientes de la familia imperial y de las familias de la aristocracia, también poseían tierras. Los guardianes de sus posesiones (los futuros samuráis) eran simplemente dueños de pequeños feudos o incluso jornaleros.4 LA CULTURA HEIAN
La historia de Genji Escrita por la japonesa Murasaki Shikibu en el siglo XI, está considerada como la obra capital de la literatura japonesa y la primera novela propiamente dicha de la historia. En esta escena del capítulo Asagao, el príncipe Genji acaba de regresar de una frustrante visita al palacio de su amante, la princesa de la Gloria Matutina. Mientras conversa sobre sus otras amantes con su esposa favorita, contempla cómo sus criadas juegan en la nieve. La novela está repleta de ricos retratos de la refinada cultura del Japón del periodo Heian, que se entremezclan con agudas visiones de la fugacidad del mundo.La cultura del Japón Heian disfruta de gran popularidad hoy en día. Se caracterizó por su predilección por lo aristocrático y una excepcional sensibilidad estética que inspiraron numerosas manifestaciones posteriores en el arte, la música y la literatura japonesa. La aristocracia Heian, especialmente los Fujiwara, dedicaron su riqueza y su tiempo a intereses artísticos, y este periodo fue conocido como ‘el gobierno del buen gusto’, puesto que la sensibilidad artística era de extrema importancia en las relaciones sociales de las clases superiores. La cultura aristocrática dominaba en la tradición Heian; las clases bajas se limitaban a aportar su mejor artesanía y sus singulares baladas, lo único que podían ofrecer teniendo en cuenta que carecían de formación. Sin embargo, también se incorporó una gran cantidad de material popular —refinado de acuerdo con los sofisticados patrones estéticos de la época—, cuyo legado enriqueció a toda la nación.La literatura Heian rompió con la tradición anterior tras la invención del kana, la escritura silábica que permitía reproducir fielmente los sonidos de la lengua japonesa. Se cree que esta creación fue obra del gran monje budista Kukai. Estaba en uso a principios del siglo IX y suplantó al complicado sistema que empleaba los caracteres chinos para reproducir fonéticamente la lengua japonesa. El kana favoreció la proliferación de escritoras, debido a que los hombres debían utilizar el chino para los asuntos de Estado, mientras que bastaba con que las mujeres hablaran y escribieran japonés. Esto implicó que la literatura Heian se centrara en la vida privada en lugar de recrear la vida pública, en la que dominaba la lengua china.La poesía tanka, basada en treinta y una sílabas, no tardó en beneficiarse de la invención del kana. A pesar del declive de su poder, la Casa imperial continuaba siendo un importante foco de cultura, y el emperador Daigo ordenó compilar el Kokin-siu o Kokinshu (Antología de poesía antigua y moderna), la primera gran antología poética imperial, en el 905. La estética que primaba en la compilación favoreció el buen gusto aristocrático y la elegancia en detrimento de la tosca sinceridad de los primeros poetas. El compilador de esta gran obra, Ki Tsurayuki, estableció un canon estético en su prefacio y puede considerársele como el pionero de la crítica literaria japonesa. Ariwara Narihira, el mítico poeta y protagonista del cuento poético Ise monogatari (Los cuentos de Ise, escritos hacia el 980), y la poetisa Ono no Komachi son sólo dos de los grandes representantes de esta nueva poesía de la aristocracia que sentó las bases estilísticas de épocas posteriores. Mono no aware (‘el patetismo de las cosas’), una actitud reflexiva ante la belleza efímera del mundo, se desarrolló como un elemento clave de la literatura Heian y de periodos posteriores.El kana también permitió la creación de la que podría considerarse primera novela japonesa. Murasaki Shikibu escribió la gran obra de la literatura japonesa, La historia de Genji, una recreación ficticia de la vida en la corte de los Fujiwara que se convirtió en la piedra angular de la cultura japonesa, tanto por el tono dramático de la narración de la pérdida de la paz Heian como por su calidad literaria. Esta escritora vivió en la corte y su descripción del amor cortés del príncipe Genji está inspirada en la vida de Fujiwara Michinaga. En esta época se escribieron muchas otras novelas, pero pocas alcanzaron el esplendor de esta obra. Su contemporánea, Sei Shonagon, fue la gran representante de la crónica de la vida cotidiana, una tradición que pasó a ser otra de las grandes corrientes de la literatura japonesa; las escritoras anónimas del Kagero nikki (Los años livianos) y del Sarashina nikki (Cuando crucé un puente de sueños) narraron en estas obras sus aflicciones y desgracias.La literatura Heian posterior se centró en los cambios históricos de la sociedad. El Konjaku monogatari (Cuentos del ahora y el mañana), compilado a principios del siglo XII, recogía numerosas historias, muchas de ellas de origen popular, que representaban una ampliación del ámbito social de la literatura. Por ejemplo, el propio emperador Go-Shirakawa realizó una antología de canciones populares en la balada Imayo en 1179, en tanto que el poeta y monje Saigyo procedía de la clase samurái. Tanto él como sus contemporáneos Fujiwara Teika y Kamo no Chomei explotaron los aspectos más brillantes del estilo aristocrático a la vez que incrementaban su profundidad y fuerza emotiva. Esta corriente continuó durante el periodo Kamakura.El arte Heian se benefició inicialmente de la nuevas escuelas budistas Shingon y Tendai. La primera empleaba mandalas (diagramas cosmológicos), grupos de estatuas e instrumentos de gran riqueza en sus ceremonias; asimismo, ambas celebraban sus ritos en templos, tales como el espléndido Muro-ji (de comienzos del siglo IX), cercano a Nara. Cuando los aristócratas Fujiwara alcanzaron el poder, su gusto quedó reflejado en la tradición pictórica del yamato-e, en la que se plasmaban hermosos paisajes coloristas que contrastaban con la sobriedad de las pinturas con tinta típicas del estilo chino. La caligrafía decorativa de la nueva escritura kana también adquirió relevancia desde el punto de vista artístico, mientras que la opulencia de los Fujiwara fue el motivo de los elegantes diseños de los tejidos y la delicada artesanía de las obras de arte.Cuando comenzó a debilitarse el poder de los Fujiwara, el arte adquirió un tono menos optimista y más dramático. El Ho-o-do (Sala del Fénix, finalizada en 1053) del Byodo-in de Fujiwara Yorimichi, un templo situado en Uji (cerca de Kioto), representa un paraíso terrenal, pero también ofrece en cierto modo un retiro de lo mundano. Los pergaminos horizontales desplegables o emaki, que comenzaron a utilizarse a partir del 1100, muestran versiones ilustradas de La historia de Genji como tema principal y reflejan el declive del mundo de refinamiento cortesano.La música Heian estaba íntimamente ligada a la vida aristocrática de la corte. Los miembros de las clases altas, al igual que los personajes de Murasaki Shikibu, eran generalmente consumados intérpretes de koto, shô, biwa, shakuhachi u otros instrumentos. Los grupos de varios instrumentistas practicaban la espléndida música cortesana gagaku. Este estilo, inspirado en la música de la corte de la dinastía china Tang, ha sido mantenido por cofradías vinculadas a la corte imperial y dedicadas a interpretar la tradición musical más antigua del mundo.
5 LA RELIGIÓN HEIAN
Durante el periodo Heian tuvo lugar la llegada a Japón de una de las más importantes sectas budistas, y el budismo pasó de ser un credo minoritario introducido a instancias del Estado a convertirse en una religión arraigada en el pueblo. Kukai, el famoso sabio budista chino, fue quien dio a conocer en Japón la secta Shingon de budismo esotérico en el 806; en tanto que el monje japonés Saicho fue el introductor de la secta Tendai, una importante rama china del budismo Mahayana. Los grandes centros monásticos situados en el monte Koya y en el monte Hiei, en las proximidades de Heian-kyo, se convirtieron en centros de inmensa riqueza y poder. Tendai estableció el dominio permanente del budismo Mahayana en Japón. La aristocracia favoreció a ambas sectas tanto por la belleza de su arte y sus ceremonias como por la profundidad de su perspectiva religiosa. El budismo Heian desarrolló fuertes vínculos con la primitiva religión japonesa, el sintoísmo, a través de complejas doctrinas que presentaban a los distintos kami japoneses (‘dioses’) como aspectos de los diversos budas Mahayana. A esta fusión contribuyeron los monjes errantes de las montañas, que combinaban el budismo y el sintoísmo con la tradición popular del chamanismo y el culto a la montaña. Gracias a su labor divulgativa, la nueva religión se difundió entre el pueblo llano. La familia imperial estaba obligada a venerar los lugares sagrados de Ise y del sintoísmo por sus deberes ceremoniales, pero también favoreció la religión budista. La mayor parte de la población del Japón Heian, especialmente la aristocracia, creía en doctrinas en las que se mezclaban de forma ecléctica el budismo, el sintoísmo y la superstición.A medida que avanzaba el periodo Heian, las sectas budistas fueron adquiriendo mayores riquezas y poder. Gracias a sus fieles laicos, los monasterios contaban con un contingente militar considerable que empleaban para resolver disputas doctrinales o conflictos relativos a la posesión de bienes. El centro Tendai de Enryakuji se hizo especialmente famoso por sus ingobernables monjes, quienes solían descender hasta la capital para obligar al gobierno a atender los deseos de la secta. Por otro lado, las diversas y globales doctrinas de la secta Tendai propiciaron el surgimiento de nuevas ramas, entre las que destaca el budismo de la Tierra Pura. Esta variedad, con sus cánticos y su culto a la salvación universal prometida por el buda Amida (nombre japonés de Amitabha), se extendió entre todas las capas de la sociedad. Fue predicada por el monje Honen y posteriormente se convirtió en un culto popular independiente.