Revista Cine

Peripecias de un papá: Su futuro pasado

Publicado el 17 diciembre 2016 por Decabo

Estando a un par de días de celebrar el cuarto aniversario de Miguel, me parecía indispensable volver a dar vida a esta sección. Sí, cuatro años ya desde que nació, y algunos meses más desde que comencé a narrar estas peripecias que en un principio eran de pre-papá.

El paso del tiempo es inapelable, no cabe duda, pero lo que más lo pone en evidencia, lo que más hace que sientas que pasa por encima tuyo como una apisonadora, son los cumpleaños de nuestros hijos… y también un poco esas fotacas de archivo que Facebook se empeña en que compartas.

fotocasarural

Desde que soy padre la línea temporal en la que vivo se ha dividido en dos. Por un lado, como casi todo el mundo, vivo el presente, si cabe, debido a la edad y a mi manera de entender la vida, con más consciencia que nunca. Por otro, vivo el futuro pasado de mi hijo, porque hay momentos presentes que él disfruta a tope (que es lo mejor que se puede hacer con el presente, por cierto) pero que aún es incapaz de captar en toda su magnitud y trascendencia. Momentos que algún día espero pueda rememorar con media sonrisa en sus labios y una incipiente lagrimilla en sus ojos. Momentos que constituirán los cimientos de la estupenda persona adulta que espero que sea algún día.

Hace más de diez años que los amigos de toda la vida hacemos una reunión anual en una casa rural en el puente de Diciembre. De alguna manera esos días son una ventanita por la que nos escapamos del presente más monótono (y en algunos casos, estresante) y mediante la rememoración de anécdotas o el regreso a la práctica de antiguos juegos de mesa, volvemos a aquellos buenos tiempos, que sin ser necesariamente mejores que estos, configuraron esa amistad que aún hoy perdura. Son un homenaje a lo que fuimos y a lo que nos hemos convertido, y un homenaje también al colesterol.

Si desde hace ya un par de años tenía la sensación de que esos días serían un bonito recuerdo en el futuro pasado de mi hijo, hace tan solo unos días al contemplar en el whatsapp una foto de grupo que acabábamos de hacernos frente a un castillo no sé si sufrí una epifanía o un ataque de vejez, pero me conecté inmediatamente con otras fotos similares de mi infancia. Y de repente me di cuenta que algún día los niños que salían en esa foto a la que hoy no hacen ni caso (la que ilustra el post), la contemplarían con la misma nostalgia con la que yo contemplaba ahora otras parecidas que llegaban de repente a mi memoria.

Me retrotraje entonces a días en los que, como mi hijo ahora cuando estaba en la casa rural, mi infancia transcurría en un mundo únicamente de niños que jugaban independientemente de unos padres que habitaban un mundo paralelo a poca distancia física, pero a años luz de la fantasía, diversión y alegría pura que sólo la niñez puede albergar. Un mundo de emancipación temporal y a la vez segura, dentro de otro mundo en el que todas las personas importantes de nuestra vida… existían.

Me retrotraje a las celebraciones de boda donde los más pequeños corríamos por los salones mientras nuestros padres bailaban y bebían, a las reuniones familiares en la piscina del tío Manolo, a esos hoteles de playa que excepcionalmente visitábamos cada tres o cuatro años… Sin responsabilidades, sin más preocupaciones que la propia integridad física de uno mismo y algún que otro temor nocturno, rodeados de niños y jugando sin parar. Sin ser conscientes de ello, pero teniendo alrededor a todas las personas importantes de nuestro mundo…

Ese detalle convierte esos instantes en los únicos e irrepetibles momentos de felicidad plena en esta vida, tesoros que albergamos en nuestra memoria hasta el fin de nuestros días.

Siendo ahora consciente de esto, es como, tras cuatro años, he llegado a la conclusión que mi mayor responsabilidad como padre consiste en ayudar a generar recuerdos de felicidad plena a mi hijo. Por eso ahora los momentos en familia y con los amigos se han vuelto doblemente especiales para mí, porque los intento disfrutar a la vez en mi línea temporal del presente y en la línea temporal del futuro pasado de mi hijo.

Quizás, por timidez o porque los adultos somos seres complejos con complejos, no lo verbalice mucho, pero afortunadamente tengo un blog. Y espero que este post lo hayáis leído con media sonrisa en los labios y una incipiente lagrimilla en los ojos… tal y como yo lo he escrito.


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