Perlas de sabiduría para una vida un poquito mejor

Por David Salinas @psicopositivo
La filosofía nos hace sabios. Y es esta una sabiduría que nos sirve para ser un
poquito más felices.

No es la primera vez que hablo de la filosofía ni del autor cuya última obra os traigo, el catedrático de filosofía José Carlos Ruíz. También he mencionado a otros filósofos más conocidos, como Aristóteles o Erich Fromm (que también fue psicólogo). Después de todo, casi se puede decir que la filosofía es la hermana mayor de la psicología. La filosofía se hace preguntas importantes sobre la vida y el ser humano. La psicología trata de explicar y predecir por qué somos como somos. Ambas van muy de la mano. Y a mí me gusta pensar que los filósofos fueron los primeros psicólogos.

Pues, el amigo José Carlos publicó su último libro, Incompletos. Filosofía para un pensamiento elegante en 2023, y tras extraer perlas de sabiduría de otros dos libros suyos, Filosofía ante el desánimo y El arte de pensar, me dispongo a hacer en este post lo mismo con su última obra, esperando con ello hacer lo que los filósofos, psicólogos y divulgadores hacen...

... arrojar un poco de luz sobre las sombras de este mundo.

Perlas de sabiduría de Incompletos, de Jose Carlos Ruíz.


- Para Aristóteles, la felicidad está inserta en la ética, y la ética está estrechamente relacionada con el comportamiento humano, más en concreto con la actividad. Vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz. El bien y la felicidad se aúnan en la virtud, lo que entraña tener presente la figura del otro. La felicidad, pues, implica el concepto de colectividad: la búsqueda de la felicidad como elemento común.

- Para el sujeto actual, la relación entre felicidad y virtud se ha disipado, la prioridad del colectivo ante el individuo se está demonizando, y asistimos a una progresiva instrumentalización de la figura del otro.

- El sociólogo William Davies advierte: "Existe el riesgo de que la ciencia termine por culpar a los individuos de su propio infortunio -medicándolos de paso- y haga caso omiso del contexto en el que se sitúa".

- La materialidad de lo real apenas logra competir contra la velocidad y variedad de las imágenes digitales. Esto termina provocando una percepción de lentitud en la vida real en comparación con la virtual. Una de las consecuencias directas es que se acorta el periodo de atención, habituado a un flujo rápido y variado de información, por lo que la realidad resultará cada vez menos estimulante. El tiempo ya no pasa. El tiempo se consume, se devora, se engulle.

- Hoy, lo tóxico es aquello que no favorece el desarrollo de las potencialidades, lo que frena el dinamismo. Así, podríamos situar a realistas frente a idealistas, a sosegados frente a impacientes, a los defensores de la rutina -como José Carlos Ruíz y un servidor- frente a los motivadores que nos empujan a salir de la zona de confort... Siendo así, no es de extrañar que la felicidad , entendida como un proceso eviterno de búsqueda que implicaba a la comunidad y al entorno, haya virado el enfoque 180 grados hacia uno mismo, transformando la búsqueda en un asedio, y sustituyendo el foco de atención por la acción como foco.

- No se busca profundizar en los motivos del desánimo, sino más bien actuar superponiendo a estos cualquier elemento dinámico que nos active de nuevo, y evitar así el análisis sereno de nuestra identidad. Siguiendo la con la terminología aristotélica, existe una especie de demérito en el ser, en lo que es, que le presiona para huir de la vida contemplativa hacia una vida hiperactiva.

- Para Zygmunt Bauman (otro buen filósofo) el cambio en el modelo de felicidad se produce cuando se sustituye la búsqueda de una vida plena por una búsqueda de los medios que uno cree necesarios para alcanzar dicha vida.  Al poner el foco en esta búsqueda de medios, el mercado se encargará de que esta nunca termine, porque sus objetivos no cesan de reemplazarse a una velocidad vertiginosa. Sin embargo, hoy día, la importancia está en el resultado del proceso, más que en los medios. Y ese resultado se entiende como la consecución de experiencias. El empeño hoy pasa por acumular experiencias de "felicidad" (o consumo).

- Hoy parece que la consideración del deber adquiere tintes opuestos a la felicidad. Existe una separación radical entre el deber y la felicidad, y ello provoca que cada vez que se alienta un término moral, se intuye un modelo de abnegación asociado al cumplimiento del deber. Para el sujeto de hoy en día, tener que cumplir con el deber es alejarse de la felicidad. En la modernidad se reconocía un derecho a la felicidad de manera subjetiva, a la vez que se imponía una cultura del deber que se orientaba hacia lo colectivo por encima del sujeto. Pero en la hipermodernidad (hoy) ya no se lucha contra la tentación del deseo, más bien se celebra. La felicidad que encerraba un ideal social se ha visto relegada por el deber de la felicidad para con uno mismo, y por la liberación de la carga social del deber donde el sujeto, por momentos, percibe cualquier heterónimo como contraproducente para su felicidad.

- Antes, la felicidad se entendía como una consecuencia de aquello que nos acontecía unido a nuestra manera de actuar e interpretar el mundo. Ahora, nuestra manera de actuar tiene como objetivo alcanzar la felicidad. La diferencia es que antes la felicidad era un resultado indirecto, consecuencia de un estilo de vida, y ahora se convierte en una persecución sin fin, un continuo (y agotador, añado yo) proceso de proactividad.

- El individuo postmoderno no considera que la filosofía, que el pensamiento entendido como contemplación y análisis, pueda conducirle a la felicidad. El pensamiento reflexivo se desliga de la felicidad, y ha suplido el filosofar por el experimentar, por el sentir, para entrar en una fase de drogodependencia emocional, en la cual se somete la felicidad al imperio de las emociones.

- El sujeto preglobalización se acordaba de la felicidad solo cuando una desgracia llegaba a su vida, pero, el resto del tiempo, su principal preocupación pasaba por la edificación de una vida lo más digna posible, tratando de hacerlo lo mejor que sabía.

- Los padres, seducidos por las nuevas pedagogías, ya no imponen sus criterios sobre los hijos a la hora de elegir restaurante, la emisora de radio en el coche o el lugar de vacaciones. Son los niños los que adquieren relevancia y poder de elección. De este modo, se corre el riesgo de que al natural egoísmo de un niño se le sume un egocentrismo que ayude a sentar las bases del nuevo modelo de felicidad.

- La categoría de lo social está perdiendo terreno frente al nuevo hiperindividualismo, y una manifestación de este proceso, donde el deber orientado a la sociedad se está desvaneciendo, la podemos observar en el aumento del narcisismo como opción vital.

- Dedicar demasiado tiempo a diseñar estrategias sobre el modo de incrementar progresivamente la felicidad nos aleja de ella. Es un efecto rebote que ocurre frecuentemente en muchas facetas de nuestra vida cuando activamos los mecanismos de consciencia sobre un tema en concreto. Si queremos dormirnos y nos obsesionamos con hacerlo es probable que nos cueste más trabajo, si tratamos de no ponernos nerviosos lo más seguro es que aumente el nerviosismo... Con la felicidad es mejor dejarla correr como elemento paralelo a la vida, no sea que de tanto reflexionar sobre ella se nos olvide disfrutarla.

No se me ocurre mejor cierre a esta colección de reflexiones que no pretenden otra cosa que hacerte reflexionar más a ti. Por supuesto, te aconsejo muchísimo el libro Incompletos de José Carlos Ruíz, así como cualquiera de sus otras obras y, cómo no, leer mucho filosofía y, obvio, psicología también.

Al fin y al cabo, todo ello nos ayudará a pensar mejor. Y cuando pensamos mejor, sentimos y vivimos mejor.

Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.

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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo mis propias obras.

Y, como siempre, ¡recibe este abrazo!