Permítete estar mal. Permítete no hacer nada por cambiarlo. No siempre tienes que hacer algo obligatoriamente para conseguir estar mejor. A veces, sólo hay que dejar que pase el tiempo, ya que nada sana las heridas como él.
Permítete parar. En un mundo que va demasiado rápido y en el que constantemente hay que estar ocupado, permítete relajarte, o pasear, o leer, o tomarte un baño caliente o... No hacer nada, nada de nada, en absoluto, durante el tiempo que quieras.
Permítete fallar, fracasar, ser mediocre, abandonar... No eres una máquina de conseguir objetivos y resultados. Puede que sea lo que te han enseñado, pero no lo eres. Alcanzar metas, obtener cosas... Puede que sea algo que desees, pero no es ni lo necesario ni lo suficiente para sentirte bien. No busques fuera, lo que está dentro de ti.
Permítete decir que no. Permítete las decepciones, las malas caras, las críticas, los reproches, los rechazos... No puedes caerle bien a todo el mundo, en todo momento. Hagas lo que hagas, siempre encontrarás desaprobación. Es inevitable, no lo puedes controlar. Pero sí controlas la medida en que eso te afecta.
Permítete decir te quiero sin tener ninguna garantía de que te dirán te quiero.
Permítete sexo.
Permítete hacerme daño. Sé que no lo quieres hacer y que si realmente te importo, cuando lo hagas, luego, me pedirás perdón, y que si tú me importas a mí, yo te perdonaré. Permítete que te dañen. No que te odien, ni que te maltraten, pero sí que te dañen, porque la mayoría cuando lo hace, es porque se equivoca, y puedes permitir que se equivoquen igual que puedes permitirte equivocarte.
Permítete ser tú. Muéstrate, desnúdate, di lo que piensas, expresa lo que sientes, ríete si quieres reírte aunque pueda parecerte que no es el lugar y momento adecuado. Haz de lo inesperado tu oportunidad para dejarte ser.
Permítete ser feliz. Porque al fin y al cabo, eso es permitirse: dejarte ser feliz. Cuando te permites estar mal, fracasar o que te rechazen, te estás diciendo a ti misma: "No dejo de ser feliz por esto". Hazte una pregunta: ¿cuántas sonrisas has encontrado tras una lágrima? En mi caso, han sido muchas.
Permítete pedir ayuda. A veces, un psicólogo es el amigo que te da la llave para huir de la Zona de Autocensura y pasar a la Sala del Permiso. La transición la haces tú, yo sólo te indico dónde están las señales. Pero es que a veces (¡tantas veces!), nos perdemos las señales, que por eso es bueno pedir ayuda.
Y un abrazo.