Revista Viajes

Pero, ¿cómo me va a gustar Bogotá, habiendo lugares así?

Por Bbecares

En el útimo post en mi blog comenté mis primeras impresiones de Bogotá tras diez días aquí y se montó un buen debate en mi muro Facebook de contactos míos que no estaban para nada de acuerdo conmigo. Lo que no me dijeron es si han vivio aquí. Y es que, preguntando, porque yo pregunto mucho, he llegado a la conclusión de que todo el mundo que he conocido, extranjeros y colombianos, tardó en acostumbrarse a vivir en Bogotá, a su llegada a la ciudad. Tres semanas después de mi llegada a la capital colombiana me reafirmo en que estas ciudad es dura, muy dura, difícil para adaptarse, enorme, contaminada, caótica.

Mongua
De todos modos, independientemente de si a los demás les gusta esta ciudad o no….. Lo raro sería que a mí me gustara. Adoro la naturaleza e intento vivir de manera sostenible. Entonces, ¿cómo voy a ser feliz viendo ese humo negro, negrísimo, que sale de los tubos de escape de las busetas y coches que recorren la ciudad y me resecan, a mí y a todos, la garganta?

¿Cómo voy a estar contenta viendo a la gran cantidad de indigentes que duermen en las calles del centro histórico de la ciudad con sus ropas rotas, aguantando el frío nocturno? Podría irme a vivir a un barrio más bonito donde no se vean los indigentes, pero eso no significaría que éstos han encontrado cobijo. Las ciudades sacan lo peor de una sociedad, en las ciudades hay menos solidaridad por el desconocimiento del vecino, más inseguridad por el mismo motivo, más contaminación y tantas prisas y apurones que hay mucho menos tiempo de disfrutar de las cosas bonitas de la vida. Y en esta, tan tan grande y que crece a un ritmo desenfrenado, esto se nota más.

Yo soy feliz cuando salgo a la naturaleza. Me he vuelto como estos urbanitas que se mueren por hacer turismo rural y que acaban pagando grandes cantidades de dinero por quedarse en una casucha de monte donde llega el olor de los excrementos del ganado. Tal cual. Nada más que tengo un día libre, salgo corriendo a ver montañas. Y esos días sí que me siento feliz, relajada y aprovecho para respirar como si no hubiera un mañana (bueno, un mañana sí hay pero lleno de humos negros).

He estado en Villa de Leyva (al que fui con una gente que apenas conocía porque lo que mejor tienen los colombianos es que son muy hospitalarios y en seguida te hacen formar parte de sus planes y te integran), un pueblo turístico, caro, bonito y muy seguro, que sirve como escapada para los bogotanos cuando también necesitan ver el verde sin polución, y he visto sus alrededores, entre los que destaca el colorido pueblo de Ráquira. He visitado diversos pueblos del departamento de Boyacá, al norte de Bogotá, como Mongua, Monguí, Corrales y otros cuyo nombre no recuerdo. Y también he conocido la Vega, en el departamento de Cundinamarca, no es muy bonito pero sí muy original y folklórico. Es tal y como yo me podría imaginar Colombia antes de llegar aquí. Tanta gana tengo de naturaleza desde que llegué a Bogotá, que hasta monté a caballo, algo que siempre me había dado miedo. Incluso, me quedo antes con el barrio de San Cristóbal Sur antes que con Bogotá. Este es un barrio de la periferia de la ciudad, donde hay bastante pobreza y también cierta (bastante, por algunas zonas) inseguridad. Sin embargo, allá en lo alto de la montaña bogotana, tienen unas vistas impresionantes de la ciudad. Y se puede comprobar cómo la gran capa de polución gris queda por debajo de San Cristóbal.

Villa de Leyva

Villa de Leyva

Villa de Leyva

Villa de Leyva


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