La gripe trae fiebre; frecuentar prostitutas, ladillas, y la Navidad, villancicos. Es inevitable. Año tras año, por estas fechas, los centros comerciales, las calles de la ciudad, los medios de comunicación nos atiborran de los manidos villancicos de siempre. Un coñazo en toda regla (expresión escatológica y poco navideña, pero necesaria).
Digamos que el villancico es al oído lo que el polvorón al paladar. Empalagoso e intragable…además de absurdo.
Pero mira como beben los peces en el río
A ver quién el guapo que tiene pelotas para discernir si un pez está bebiendo o respirando. Yo me asomo año tras año al puente del río Lérez y no hay manera. Nunca logro aclararme, es tan complicado como intentar verlos mear. Y mira que echo horas. Mientras escruto sus cristalinas aguas otras dudan acuden a mi cabeza de científico.
¿Los peces mean? Seguro, pero no es posible pillarlos en un renuncio. Si ya es difícil darse cuenta del humano que echa un pis furtivo en la piscina, imaginad sorprender a un pequeño pez en el vasto río. Sí es cierto que una vez me di cuenta de un señor mayor que se orinó en la piscina, pero me enteré por cercanía con el sujeto, no por utilizar la observación. Es lo más cerca que he estado en mi vida de una lluvia dorada, pero centrémonos que puede que me esté desviando del tema de la Navidad.
Tampoco recomiendo el uso de esta alegre tonada en los tiempos que corren ya que la Virgen María peca de ostentación y tal como están las cosas, el decoro es una virtud.
La Virgen se está peinando
entre cortina y cortina
los cabellos son de oro
y el peine de plata fina.
No es que el peine sea de plata, no. ¡Es que es de plata fina! Ya tenemos bastante con la Casa Real, los sindicatos, los partidos… como para que ahora venga la Virgen a restregarnos sus metales preciosos por la cara. ¿Acaso quiere fastidiarnos las fiestas? Además, sabe que lo está haciendo mal porque se esconde “entre cortina y cortina”. Como la vida misma, solo que las cortinas en el mundo real son de humo.
Además, los peces qué culpa tienen de que los humanos no buscar un animal más navideño.
Amigo lector:
Imagine por un segundo que es usted un pez, el que quiera, el que más simpatía le despierte. Una mojarra o un ajolote, por ejemplo
Pez tranquilo antes de las fiestas
Vive usted tranquilo y pachorrento en su acogedor río. La vida se reduce a buscar algo de plancton y socializar con los otros peces de la zona. La vida es plácida y tranquila hasta que a principios de diciembre una manada de niños toma el margen del río le señalan con la actitud de Donald Shuterland en “La invasión de los ladrones de cuerpos” y su vida de asueto se hace añicos.
Profesor Don Manuel señalándole a los niños el lugar exacto de los peces en el río
¿Cómo no se van a volver locos los pobres peces? Se suicidan saltando a las orillas, en plan kamikaze, con tal de no escuchar más esa melodía. Y yo les entiendo. Yo haría lo mismo si un grupo de peces gigantes se plantase en mi casa, me señalaran con sus enormes aletas y entonaran:
“Pero mira cómo beben los parados en la calle, pero mira cómo beben no hay trabajo para nadie”. Así durante 20 días, sin tregua. Sería duro.
Villancicos…hasta las aletas ya, y eso que esto no ha hecho más que empezar.
¡Salud hermanos!