Revista Insólito

Pero no nuestros sueños

Publicado el 03 febrero 2015 por Monpalentina @FFroi
  • Nos lo quitarán todo, si quieren, pero no nuestros sueños... ni la capacidad de fabricar sueños. Esta afirmación, proveniente de una joven actriz al recibir el Premio Goya a la actriz revelación, no es baladí.

Pero no nuestros sueños ¡La capacidad de fabricar sueños! Eso es el cine. Eso ha sido siempre el cine. Como la literatura, como la poesía, como el amor, dominios donde se fabrican sueños. Es decir, el cine ha formado parte históricamente de todas aquellas cosas que no sirven para nada. Cosas no pragmáticas, sin rendimiento inmediato, cosas que no sirven para nada. El problema es que precisamente el objeto nada tiene un valor incalculable, y si no que se lo pregunten a las anoréxicas que hacen del consumo agotador de ese objeto uno de sus motivos vitales.
La frase de inicio de esa actriz, creo que se llama Natalia de Molina, desde luego que se las trae: “Nos lo quitarán todo, si quieren…” Es decir parte del supuesto de que existe un Otro malvado, capaz de quitarnos lo material, claro, de subirnos la luz, de freírnos a impuestos, de obligarnos a consumir para sostener el chiringuito, un Otro que puede apostar por cargarse el cine como manifestación que problematice el poder y sus discursos.
Estoy de acuerdo con la actriz en que ocho horas de curro, dos de atasco, una hipoteca, dos tarjetas de crédito, tres gadgets, y una ración de grandes almacenes acaban con la ilusión de cualquiera y ya no restan deseos de otra índole, ni sexuales, ni amatorios, ni geniales, ni creativos, ni utópicos, sencillamente no queda tiempo para los sueños. Ni cumplir el sueño de una ciudad mejor, ni el de una vida diferente. Más bien resta la salida etílica, la desrealización, las propuestas bizarras, o el postureo y la imbecilidad. Se trata del empuje a una vida idiota, superficial y cotilla, sin ninguna atisbo de realización del ser ni de lazo social. Hasta el punto de que se va logrando que muchos vecinos puedan llegar a decir eso tan triste de que “no tengo tiempo para leer”.
La historia nos enseña que ante la tristitia que ha producido siempre ese panorama de segregación generalizada, el recurso al cine, a la fábrica de los sueños, servía al vecino para evadirse, soñar, imaginar nuevos mundos, encender la chispa de la creación, hacer propia la emoción de los otros, sus anhelos, y sufrir en la butaca, y llorar, y reír.
Que se lleven todo, de acuerdo, y que sea legal, que lo llamen tasas, contribuciones, impuestos. De acuerdo. Pero que nos dejen los cines.
Pero no nuestros sueños
De la sección del autor en "Curiosón": "Vecinos ilustrados" @Aduriz2015


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