Terminó la Semana Santa, plagada de manifestaciones por todas partes y de actos con dosis de salvajismo que a mí me dan miedo. Cuando veo a gente defender las procesiones, y a penitentes pegarse en las espaldas, o hacerse daño en otras partes del cuerpo, imagino lo que serán capaces de hacer al resto de seres humanos y animales en determinados momentos en que surjan las discrepancias.
Ellos, cargados de su fe, de su razón, del apoyo de su Dios, descargarán toda su furia animal contra aquellos que no sean como ellos, como hicieron los ejércitos cristianos desde los primeros años.
Estos días repusieron por televisión ‘Ágora’. De Amenábar, que sin ser su mejor película, refleja aquellas huestes cristianas plenas de violencia contra el resto del mundo. La Edad Media Europea está plagada de guerras y batallas de un salvajismo supremo, que bien refleja aquella frase de ‘‘matad a todos, hombres, mujeres y niños, Dios se encargará de separar a los suyos cuando lleguen’’, que pudo pronunciarse en cualquier ciudad en cualquier siglo, incluida la Guerra Civil Española por requetés, carlistas o falangistas, o la 2ª Guerra Mundial por las tropas hitlerianas, o hace pocos años en Sarajevo. Tanto da, fueran cristianos romanos, ortodoxos, judíos, islamistas o etc. Aquel que se siente arropado por Dios puede ser un cruel verdugo de otros seres humanos.
Son insolentes y agresivos hasta la nausea. El Obispo de Alcalá, una vez más vuelve a la carga, Juan Antonio Reig Pla, presidente de la subcomisión episcopal de Pastoral Familiar y Defensa de la Vida, ataca a los gais y mujeres que abortan, y a las ideologías que corrompen la personalidad de los seres humanos… pero qué ideología es la suya que le permite atacar a otros seres humanos, que ideología es la suya que le permite dar cobijo en una casa de su diócesis a un cura pederasta condenado a 10 años –por qué no está en la cárcel, como podemos aceptar que un cura que ha cometido delito tan grave tenga privilegios y no lo purgue como todos-. Mientras tanto el Papa Benedicto XVI volvía a arremeter contra la mujer, rechazando el sacerdocio femenino, porque ‘la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad acerca de ello’.
Claro, claro, ellos tienen razón, se la da su Dios, están respaldados por su Dios, a los demás que los parta un rayo. Y por la gente, por millones de personas que siguen apoyando sus extravagancias, sus miserias, su salvajismo, su machismo, su desprecio hacia la mujer…
Surgen muchas preguntas, que no tienen fácil respuesta, en torno a por qué los seres humanos aceptan, siguen, defienden y apoyan estas cosas. ¿Que nos falta, qué miedos nos empujan a ello, etc. etc.?