En los años 1940 el general y presidente argentino Juan Domingo Perón, simpatizante del nazismo, rompía el bloqueo internacional a la España de Franco y le vendía trigo y carne, pero ahora sus seguidores, los peronistas, se definen como izquierdistas, casi revolucionarios, admiradores del comunista Ché Guevara.
Perón fue primero fascista y dio cobijo a numerosos asesinos hitlerianos huidos de la Alemania derrotada, después populista, luego espiritista exorcizando el fantasma de Evita, pero siempre tuvo la genialidad de acoger por igual a comunistas y nazis para saquear cualquier organismo, público o privado.
Esa bivalencia fascismo-comunismo sigue gobernando Argentina. La presidenta Fernández de Kirchner repite incansable aquella frase de Evita ante Franco en 1947: “Queridos descamisados de España, tenemos que evitar que haya tantos ricos y tantos pobres, las dos cosas al mismo tiempo”.
Ejemplo reciente de peronismo es el nuevo entrenador del Barcelona, el argentino Gerardo “Tata” Martino, refiriéndose a un futuro jugador del Real Madrid que costará cien millones de euros: “Los números de Bale son una falta de respeto para el mundo en general".
Lo podríamos decir usted o yo, pero no quien gana unos siete millones de euros al año porque el fútbol, ay, se ha vuelto tan importante como la industria más productiva.
Los que crearon en sus garajes Microsoft, Apple o Google combinando ceros y unos vienen a ser los futbolistas de la industria del espectáculo, que atraen tantos clientes para sus requiebros con el balón que hasta miles y miles de pobres dejan de comer para hacer multimillonarios a estos que elaboran su magia mejor que sus competidores.
Podemos estar contra ese mercado, pero vivir de él como magnates y atacar a los que son más ricos porque la gente paga más por ellos, es peronismo, mezcla de envidia, populismo y, en cuanto puedas, roba la cartera y corre.
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Amistad entre descamisados:
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SALAS