(Tratado sobre el futuro de América Latina visto a través de un hombre inmóvil y sus treinta Pastor Belga Malinois)
Si los vicios de la razón acorralaran, las condiciones socio-políticas se empalmarían a la ficción; el aura comprometida del subtítulo simula, incluso, patrocinar la consigna. Se diría, por ejemplo, que el hombre inmóvil representa un poder (tan anónimo como carente de utilidad propia) basada en la producción de cuerpos eficientes y entrenados para ejecutar las acciones deseadas como reflejo a señales, a veces, imperceptibles; de esos cuerpos obedientes, se diría, son metáfora los personajes y animales de la trastienda.
Pero cuando se trata de Bellatin los prototipos alegóricos resultan impertinentes; los desperdicios que la teoría no logra digerir se magnifican al grado de anular su coherencia.
Bellatin rompe con el problema del simbolismo y, en más de una ocasión, confiesa su fórmula piloto: “construir mundos propios, universos cerrados que sólo tengan que dar cuenta a la ficción que los sustenta”[1].
La lectura de Perros Héroes merece ser escoltada por esta autarquía: la tribu –hermética, adornada de todas esas terquedades que precisa una visita para desistir- está compuesta por el cuadripléjico, su malhumor y otras pertenencias (una madre, una hermana, un enfermero-entrenador, treinta Pastor Belga Malinois, doce pericos australianos, un ave de cetrería –y los ratones correspondientes a su alimentación-, bolsas de plástico, etc.). Sobre un fondo verde bizarro, cargado de diplomas, láminas de naves espaciales y un mapa de América Latina, parece transcurrir una historia. Por ventura, nuestro artista es también experto en el montaje de flipbooks[2], esos artilugios en forma de libros que contienen, en cada página, una espontánea, y al ser recorridos a rápida velocidad (tal exige la brevedad de estos párrafos) generan la ilusión de movimiento. Pues hay que admitir que; a pesar de la mitología familiar, un par de anécdotas y la leyenda que engendró el interés por los perros; todo es un presente relámpago. Escenas estancadas en el instante buscan pegotearse unas a otras, adherirse a las imágenes del Dossier… y, en el fracaso, reivindican su soberanía, su irreductibilidad, la supresión de las causas y de los efectos. Creo que esa compulsión a la permanencia –eternamente- desarraigada es la potencia Bellatin, eso que atormenta en cada versículo o ícono suyo… eso que resiste a la interpretación.
[1] Extraído de http://luishernancastaneda.blogspot.com/2005/07/las-ciudades-ausentes-de-bellatin.html
[2] Cine de dedo.