“Aunque había hablado con agentes de policía varias veces, no parecían tomarla muy en serio; tuvo la sensación de que conocían a Lew, o Lew a ellos, en algún sentido que la excluía. Ella era la (ex)esposa quejica, la (ex)esposa histérica, muy poco de fiar e irrelevante.
Todos le preguntaban si Lew le había pegado, a ella o a la niña. Si se había puesto violento y había roto cosas, si era un alcohólico, si tomaba drogas, si la acosaba, si amenazaba con matarla…, en concreto, ¿qué le había hecho?
No importaba qué les dijera, nunca parecía importar. Cuántas veces se lo había contado. Hasta que Lew les hiciera daño de verdad, a ella o a su hija, o destrozara bienes de un modo que pudiera considerarse delito, o involucrara a otros en sus amenazas, la policía no haría nada.
Joyce Carol Oates es una escritora estadounidense (Nueva York, 1938) que ha cultivado todos los géneros literarios: novela (“Qué fue de los Mulvaney”, “Blonde”, “La hija del sepulturero”, “Hermana mía, mi amor”, “Ave del paraíso”, “Carthage”, “Rey de picas”); relatos (“Infiel”, “La hembra de nuestra especie”, “Mágico, sombrío, impenetrable”); ensayo (“Del boxeo”); autobiografía (“Memorias de una viuda”); poesía (“Women In Love and Other Poems”, “Tenderness”); y teatro (“The Perfectionist and Other Plays”).
Su obra es extensísima. Ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos el National Book Award, el PEN/Malamud Award y el Prix Femina Étranger. Desde 1978 es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras, y desde hace unos años es una permanente candidata al Premio Nobel de Literatura.
Gatopardo ediciones ha publicado sus libros de relatos “Dame tu corazón” (2017) y “Desmembrado” (2018), así como “Persecución” (2020), su novela más reciente.
Mi resumen sin spoiler, de qué va la novela
La novela va de una pareja, Willem y Abby, o más bien Willem y Miriam (aunque todos la llamaban Mirmi) porque esa es ella en realidad. Hace tiempo que decidió cambiarse el nombre porque el suyo le incomodaba demasiado, algo que incluso le ha ocultado a su futuro marido, así como parte de su traumático pasado, pero eso él todavía no lo sabe.
Abby, Miriam, o como sea que se llame esta mujer, no se quiere a sí misma, nunca se ha querido. Desde que tiene uso de razón, cree que no merece ser amada, no merece ser feliz, porque siente como el alma manchada, como si tuviera algo maldito y execrable dentro.
La causa. . ., una mentira, una mala respuesta a una pregunta que nunca tendrían que haberle hecho, porque a una chiquilla no se le pueden preguntar ciertas cosas. ¿Pero es que acaso se puede culpar a una niña de cinco años por mentir, por decirle a un padre lo que realmente quiere escuchar? Nadie podría haberla juzgado, excepto ella misma, ese es el problema, ella y su sentimiento de culpa perpetua, ella y su sueño terrible que se repetía cada día y que la estuvo persiguiendo, atormentando durante toda su infancia.
Hizo algo terrible. O lo dijo. Quería pronunciar las palabras que su padre deseaba que pronunciara. Pues había visto el deseo en su rostro, como una llama. Quería que respondiera «sí» a sus preguntas. De modo que eso hizo ella. Sí sí sí sí. ¡Lo hizo! Era solo una cría. De cinco años. ¿Cómo podía ser culpa suya? Pero lo es, sabes que lo es. Es culpa suya. Era mentira, y ella sabía que lo era, pero había pronunciado esa mentira de la que nunca podría retractarse.
El sueño. . ., un baile de esqueletos en un lugar cubierto de hierba, huesos y calaveras esparcidos por el suelo. Una visión recurrente, una noche, otra noche y otra noche. . .
Si no fuera porque al observar el lecho del riachuelo, y al escuchar con atención, puede oírlas: unas voces, apenas audibles. ¡Veeen! ¡Veeen aquí! Unos cuantos huesos se han abierto paso hasta el lecho del río, donde la corriente los ha arrastrado un poco más allá hasta dejarlos varados en las rocas, como si hubieran tratado de escapar y no lo hubieran conseguido. Cuánto tiempo atrás debía de haber muerto la carne para tornarse rancia, licuarse y desprenderse de los huesos…
Clavícula. Húmero. Fémur. Tibia. Carpos. Costillas. Esternón…
De su padre, Llewyn Hayman (Lew), casi no guarda ningún recuerdo, era muy pequeña cuando desapareció junto a su madre, los dos desaparecieron de la noche a la mañana sin dejar rastro y nunca más se supo de ellos.
Sus padres habían muerto siendo ella muy pequeña, tenía entendido Willem. No quedaba claro si habían muerto al mismo tiempo, en un accidente de coche, quizá, o en momentos distintos. O quizá uno de ellos había muerto y el otro sencillamente había desaparecido de la vida de Abby.
Pero ahora tiene veinte años y se va a casar con un hombre bueno y decente. Escapa a su comprensión el cómo y el porqué, pero Willem Zengler la ama a ella, a Abby o a Miriam, a él que más le da. En la víspera de su boda, el sueño de antaño regresa y ella se pregunta si volverá a perseguirla y ¿porqué ahora que empezaba a ser feliz, ahora que iba a empezar su nueva vida?
La mañana de su boda, muy temprano, antes de que amanezca, despierta sobresaltada de ese sueño, del sueño de los esqueletos: tenía motivos para creer que lo había dejado atrás al hacerse mayor, pero ahí está de nuevo, muy vívido ante sus ojos. Está empapada en sudor bajo el camisón de algodón blanco. Será la última vez que use ese camisón (raído, su favorito) con su ribete de puntilla, puesto que es la última vez que duerme sola.
Y para rematarlo, al día siguiente de la boda, a Abby la atropella un autobús dejándola postrada en cama, comatosa. Todo apunta a un accidente, los testigos afirman que bajó del bús absorta, angustiada, como con urgencia sin mirar por donde iba, como huyendo de algo.
Baja deprisa del bordillo, internándose ciegamente en la calzada, y se planta justo delante del autobús del que acaba de apearse, y un instante después el vehículo arremete contra ella al ponerse en movimiento. La lanza por los aires, como una muñeca de trapo, y su cabeza da contra el pavimento.
Pero su nuevo marido está convencido de que hay algo más, de que Abby le estaba ocultando algo, algo que la atormentaba y está dispuesto a averiguarlo, a llegar hasta el final, a no darse por vencido. Cada día, cada noche permanece a su lado en el hospital sin perder la esperanza, deseando que en cualquier momento despierte, prometiéndole solemnemente que nunca la abandonará.
Y ya . . ., no os digo más, no puedo decir más. Tendréis que leerlo vosotr@s para averiguar qué pasa con ella, si consigue o no salir adelante, para averiguar que era eso de su pasado que tanto la angustiaba y qué significaban esos esqueletos en la pradera que siempre aparecían en sus pesadillas. Y si Abby y Willem conseguirán ser felices y comer perdices.
A Joyce Carol Oates, la conocía y no la conocía. La conocía porque había tenido en las manos varios libros suyos en la biblioteca y porque siempre buenos lectores me habían hablado maravillas de ella. Pero al mismo tiempo era mi eterna desconocida, formaba parte de esa interminable lista de autor@s que much@s tenemos, a los que hace tiempo queremos leer, esos a los que les tienes ganas pero que, por unas cosas u otras vas dejando para más adelante.
¿Y que fue lo que me hizo dar el paso? Una oportuna recomendación. Os cuento . . ., hace unos días leí la reseña de Rosa en su blog “Cuéntame una historia” (creo que la mayoría de los que pasáis por aquí, ya la conocéis) sobre un libro de relatos de la autora, también hablaba maravillas de ella. Y me metió el gusanillo, me dejó con muchas ganas de conocer de primera mano a Oates, conocerla ya. En un comentario le pedí que me dijera títulos que le habían gustado y me quedé con “Rey de picas” y con “Una hermosa doncella” en mente. Empecé a buscar, pero la casualidad hizo que me topara con “Persecución”, que de repente la tuviera entre las manos, y pude comprobar que era su nueva novela, recién sacada del horno este 2020. Leí la sinopsis y no pude resistirme. Ahora sé que las otras dos caerán, seguro, a su debido tiempo, y me pregunto como he podido estar tanto tiempo sin esta autora. Como suele decirse, “nunca es tarde si la dicha es buena” y la dicha ha sido buena, muy buena.
Con “Persecución” he tenido varias sensaciones muy marcadas. Por un lado, me he sentido en todo momento arropada por sus letras, por su prosa, tan auténtica, tan especial. Y he sentido que caía en sus redes, que estaba irremediablemente atrapada entre sus páginas siguiendo el rastro de esas miguitas de pan que Oates va dejándonos por el camino, recogiendo esas pequeñas pistas que nos va soltando y que hay que unir, encajar para que al final todo cuadre y todo cuadra.
La trama se desglosa en cuatro partes contadas por un narrador omnisciente que lo sabe todo, que se mete en la mente de los personajes, que muchas veces habla en boca de ellos, metiéndose en su monólogo interior:
--En la primera parte, nos describe como son Abby y Willem, desde fuera, pero también desde lo que ellos piensan y sienten, cómo es su relación, cómo se conocieron y cómo acabaron juntos, qué le cuenta y qué le oculta ella a él sobre su vida pasada (presentimos, más bien sabemos, que tampoco a nosotros nos lo cuenta todo) nos habla sobre las pesadillas, la boda y sobre el atropello de Abby, su estancia en el hospital, nos va soltando datos, algunos por aquí, otros por allá, y consigue mantenerte muy intrigada.
--La segunda parte se centra en contar la relación entre los padres de Abby y la relación de ellos con su hija. La pequeña nació mientras su padre estaba combatiendo en el frente, en la guerra de Irak y a su regreso, las cosas habían cambiado mucho, para la niña y para su mujer es un completo desconocido. Él ya no es lo que era, ni física ni mentalmente. Sus fragmentos de metralla incrustados en el muslo, no son lo más grave. Lo peor son las secuelas mentales, sus lagunas e idas de olla frecuentes, las películas que se monta en su cabeza mezclando realidad con espejismos, alucinaciones, con mentiras hacia sí mismo, sobre todo a raíz de que su mujer lo echa de casa y le pide el divorcio, ahí ya se le va la pinza del todo.
Había vuelto de Irak con heridas. Su memoria a corto plazo se había visto afectada. Su visión periférica había quedado dañada. Técnicamente, no debería conducir. No deberían haberle permitido tener un arma.
--La tercera es la más cruda, tremenda. Es esa parte que no te da tregua, que te absorbe, que te emociona, que te permite ir comprendiendo ciertas cosas, atar todos los cabos y la cuarta . . ., es la estocada final. No os puedo contar de que va esta última parte de la novela, solo os diré que me ha encantado, que el final es emotivo, conmovedor, un final de los buenos, de esos que te hacen sentir que ha merecido la pena, que esa lectura va a permanecer contigo tiempo y tiempo.
Los personajes principales están muy bien perfilados, los dos masculinos tanto el marido como el padre de Miriam son bastante machistas, quizás por distintas causas, si es que hay causas para ser machista. Willem ha sido educado en la religión de la Iglesia Metodista Reformada, donde las relaciones prematrimoniales no se conciben, son pecado porque el objeto del sexo debe ser la procreación, estrictamente, y todo lo que no sea procreación es lujuria y está prohibida. Aunque no se puede negar que quiere a su mujer, eso seguro.
Por supuesto, Willem comprendía que las mujeres y las chicas ya no tenían que parecer «femeninas» a los ojos de los hombres. Los miembros mayores de la familia Zengler no veían con buenos ojos que las mujeres llevaran pantalones cortos y vaqueros en lugares públicos y ponían empeño en no votar ninguna mujer candidata a cargo alguno, pero Willem no se identificaba con ellos.
Y Lew Hayman. . ., pues además de machista era racista, violento, misógino y maltratador, un pirado que no llegaba a entender ni a aceptar porqué su mujer ya no le quiere.
Ese vínculo entre ambos: marido y mujer. Ella no puede romperlo sin más y confiar en salir impune. Pero no le pegaba. No muy fuerte. No con frecuencia. No lo hacía en realidad para hacerle daño, sino para castigarla.
Cuando la he terminado he estado un buen rato reflexionando sobre la razón de ese titulo, “Persecución” y me ha costado, pero al final he entendido que Abby es la principal perseguida, siempre perseguida por la culpa, por la pesadilla de los esqueletos, por la sombra de sus padres desaparecidos, por la creencia de no merecer ser amada, de no merecer nada bueno, por la ausencia de compasión y perdón hacia sí misma
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Mucho, la he disfrutado mucho. ¡Cómo me alegra haberla descubierto! La prosa de esta mujer y la trama de esta novela me ha flipado, el final me ha fascinado y creo que es muy probable que Carol Oates se convierta en una de mis autoras preferidas, porque tarde o temprano voy a volver a ella, lo sé, de eso estoy segura.
Resumiendo: “Persecución” es una novela cuya trama ha mantenido mi interés y expectación en todo momento, con partes muy duras, donde hay machismo, violencia de género, traumas infantiles que duran hasta la edad adulta y marcan para siempre, padres con secuelas mentales por los efectos de la guerra que ya nunca volverán a ser los mismos.
¿Creías que podrías olvidarnos? ¿Creías que nosotros íbamos a olvidarte?.
Os la recomiendo, no os la podéis perder. Mi nota esta vez como no podía ser de otra manera, la máxima: