Las últimas semanas del curso siempre van cargadas de trabajo. Junio y Diciembre son temporada alta en este negocio y uno se deja la vida en -como decía Carlos Goñi- estaciones, aeropuertos y demás sitios de viaje. Estos últimos cinco días he pasado por Pamplona, Lleida, Barcelona, Palma de Mallorca, Bilbao y Alicante.
En Palma de Mallorca tuve el gusto de compartir escenario en el II Afterwork de la APD con María Belón y con Christian Gálvez. Y tras el evento, pude disfrutar de una agradable cena con Christian y unos pocos amigos mallorquines. Una de las preguntas que siempre sale en este tipo de encuentros es cómo llega uno a ser conferenciante. Y la respuesta siempre es la misma: pues como llega uno a ser lo que se proponga: luchando.
Demóstenes soñaba de joven con ser un gran orador. Había nacido en el seno de una familia muy humilde que no pudo pagarle la formación con algún maestro, y además era tartamudo. Sin embargo tenía claro que con constancia y tenacidad todo se puede conseguir. Solía acudir, al salir de su trabajo, a escuchar a los oradores y filósofos más importantes de la época. Incluso escuchó al mismo Platón exponer sus teorías.
Cuando él pensó que ya había aprendido lo suficiente preparó su primer discurso y fue un auténtico desastre: "¿¿Por qué repite diez veces la misma palabra??" le gritó uno. "¡¡Hable más alto!!" exclamó otro... Las burlas acentuaban el nerviosismo de Demóstenes que acabó retirándose entre abucheos sin haber siquiera terminado su discurso.
Cualquier persona en aquel momento hubiera arrojado la toalla. Muchos le aconsejaron que desistiera, pero Demóstenes tomaba todo esto como un desafío. Quería ganar. Quería conseguirlo. Sabía que los premios de la vida son para los que tienen paciencia, persistencia y siguen luchando sin rendirse.
Se afeitó la cabeza para no salir a la calle y así dedicar todo el día, desde el amanecer a practicar. Al anochecer corría por las playas gritándole al cielo con todas sus fuerzas para ejercitar sus pulmones; se llenaba la boca de piedras y se ponía un cuchillo afilado entre los dientes para hablar sin tartamudear. Ensayaba frente a un espejo su postura y sus gestos.
Tras años de ensayo y duro trabajo, un día reapareció en público ante la Asamblea, para defender, con brillante éxito, a un fabricante de lámparas a quien sus hijos le querían arrebatar su patrimonio. Su seguridad, su elocuencia y sabiduría fue ovacionada por el público como nunca antes se había aplaudido a un orador. Su éxito fue tan abrumador que pronto fue elegido embajador de la ciudad.
Y es que la persistencia y la lucha convierten las piedras del camino en rocas sobre las que levantar nuestros sueños. No dejes de luchar, aunque te canses, aunque te entre la tentación de abandonar, no dejes de intentarlo. Sigue preparándote, sigue ensayando. Lo que sueñes, seguro que lo consigues. ¡¡Animo!!