Hace ya veintidós años que los nacionalistas de extrema izquierda de ETA decidieron impedir con una pistola que el candidato que iba a ganar las elecciones locales en San Sebastián en 1995 se presentara a los comicios. Lo mataron por la espalda el 23 de enero. Lo mataron a él porque no podían matar a todos sus votantes. Y lo mataron para recordarnos a todos que, desde su punto de vista, la cultura política de las derechas no nacionalistas no tenía sitio en la Euskadi de finales del siglo XX. Así de sencillo. Así de aterrador.
Rogelio Alonso recordaba todo esto el otro día en un artículo necesario. Y recordaba la diferencia entre la decencia y la indecencia. Recordaba, por ejemplo, que Mikel Zubimendi ha dispuesto de un púlpito en la televisión pública nacionalista. Así de edificante. Así de terrible.