¿Serán posible la paz y el amor en tiempos de cólera y de venganza? ¿Valdrá la pena levantar una bandera por el diálogo y la reconciliación cuando todos gritan por doquier? ¿Es el momento del ‘armaos´ los unos contra los otros que denunciase Cantinflas? ¿O todavía podemos intentar –una vez más- la revolución del ‘amaos’? Esto pensaba cuando retornaba para mi casa –tras confesarme y escuchar al párroco que la Trinidad es “la comunión de Dios que a pesar de ser trino es en personas es Uno “. Pues el kiosco era un revoltijo de notas de violencia (¿qué hacemos con Berenson, Pizango, los terroristas?, ¿tendrán que seguir diciéndose “las verdades” en público la PUCP y el Cardenal?, ¿volverá el Hogar de Cristo a ser lo que quiso San Alberto Hurtado y el P. Martín a ejercer como sacerdote? ¿seguirá ‘despepezándose’ el P.P.C. o reflexionará la última encíclica social “Caritas in veritate”? ¿campearán los delincuentes en San Martín de Porres a pocas cuadras de la ejemplar muestra de Caral en Lima Norte? –
Todo esto me bullía en la mente, tras haber sido testigo la noche anterior en la Plaza de Armas de un espectáculo de luz y calor, en que se inauguraba la semana del I Congreso Eucarístico y Mariano. Unas 25.000 personas oraban, cantaban, danzaban, proclamaban su fe. Habían peregrinado con la Madre, Nuestra Señora de la Evangelización, rezando el Rosario, todos a una, y habían culminado en Jesús, en la Catedral. Por eso, el Pastor de la arquidiócesis, Mons. Juan Luis Cipriani, pudo exclamar: “¡Que Jesús se sienta en esta ciudad, porque Lima es una ciudad Eucarística!”.
Hace 67 años, Víctor Andrés Belaunde inauguraba el III Congreso Eucarístico Nacional en Trujillo, con el deseo de que fuesen días de paz y de amor: “Al Sol adorado por los Incas que necesita elevarse sobre los montes, que muchas veces ocultan las nubes y que se hunde en el mar, sucedió el Sol Eucarístico, la Hostia humilde y blanca, que se levanta en nuestros templos como símbolo del Otro Sol que nunca se pone, que nada oscurece, que todo lo vivifica y todo lo anima, invisble a nuestros sentidos materiales, pero visible a los ojos de la fe” Y continuaba, constatando cinco elementos básicos de la cultura peruana, eran cinco valores que constituyen su esencia: persona, familia, comuna, justicia y humanismo…Hay un libro famoso “Cuando los franceses se aman”. ¿Cuándo se aman los peruanos? No en la economía, ni en la lucha política; tampoco en el deporte…Los peruanos se amana “junto a la bandera y al pie del altar…Se aman en estos días de júbilo cristiano y patriotico, en que nos olvidamos de nuestros afanes económicos, nuestras diferencias políticas y nuestras diferencias ideológicas. En nuestros ojos ven a través de los signos de la liturgia el mismo profundo significado, en que nuestras almas vibran al unísono de los mismos cantos y en que de nuestros pechos brotan los mismos gritos de esperanza y de fe…Los Congresos Eucarísticos son los días en que los peruanos se aman”.
El historiador Miguel Maticorena habla del “cuerpo místico de la República” del Perú. O sea que cuando en la comunión se nos dice “El cuerpo de Cristo” y respondemos “Amén” (así lo creo), del mismo modo podíamos afirmar que si nos perdonamos, nos amamos, “comulgamos” (nos unimos en común unión los peruanos). De igual manera Rafael Sánchez-Concha en su obra Santos y Santidad en el Perú Virreinal se refiere a “época de creación...de surgimiento de una nueva sociedad” (Jorge Basadre), como “cuerpo social organizado para servir a Dios, pero devastado en sus intimidades por el pecado”. Durante la Edad Media, cuando arreciaba la violencia y el espíritu de venganza, las “treguas de Dios” aseguraban largos periodos de no beligerancia, con ocasión de determinadas fiestas religiosas y de algunos periodos de la semana. Dicho en criollo: se daban vacaciones y paraban la guerra por un tiempo.
¡Qué tal si lo intentamos por una semana! A lo mejor resulta y pedimos prórroga. ¡Que Jesús –Dios y Hombre verdadero- nos oiga y nos lo conceda!